Trucazo del tuerto: buscarse una novia ciega
Si conociéramos en Tinder a Mia Farrow, los espantosos antecedentes de suicidios, familiares presos, su promiscuidad, la insólita adopción serial de niños a los que maltrataba, diríamos que hay demasiadas y evidentes "red flags".
Esto no espanta a Woody Allen, cuya primera esposa sufre severas depresiones, tiene intentos de suicidio, se droga, es promiscua y fascina al geniecillo de Brooklin.
Vamos a pensar ahora en las insólitas elecciones amorosas de Woody. Soon Yi es una estable y sensata enfermera final, pero no fue eso lo que atrajo eróticamente a Woody. Diane Keaton fue centrada, muy graciosa y perpetua amiga, pero fue el tornillo suelto provinciano de una afabilidad injustificable por una puritánica educación de fascismo para el optimismo lo que atrajo a Woody.
La tesis de esta indagación es que Woody está tan fascinado y seducido por lo marginal, la barbarie, lo dionisíaco, el desenfreno y el sex and drugs and rock and roll como Sarmiento, pero opta no por protagonizarlo, sino observarlo.
Disfruta de consumir no una sustancia, sino a una persona que consume una sustancia.
Es esto lo que le permite domar a su insaciable superyó.
Encarna en "Annie Hall", que los estudios no aceptaron que se llame "Anhedonia", sería Charly quien nos haría conocer ese concepto, un discurso no muy diferente a Monseñor Laguna quiero recordar a quienes disfrutan de la polifónica propuesta con empatía hacia cada personaje. Claro que es gracioso que estornude sobre la cocaína, pero vean desde qué lugar nos hace reír: Woody tiene el don de hacer gracioso el rol de la DEA.
Rebecca Hall, reporteada por su papel de Vicky, donde deja su acento británico, cuenta que al leer el guión se alegró de poder responder que era ella la que "hace de Woody", el tema que a todo actor obesiona, desde que es demasiado viejo para hacer ese rol tradicional. Un papel que vemos imitar en "Hannah y sus hermanas" a Michael Cane, en "Celebrity" a Kenneth Branagh, en "Anything else" a Jason Bigs, en una versión perfiladamente pesimista a Larry David, a Sidney Pollack, a Eduard Norton a Owen Wilson (el papel que había sido originalmente escrito pensando en Cary Grant).
Harold Bloom ha escrito geniales libros para demostrar que Shakespeare es más grande que Freud porque todo Freud ya está en un soliloquio en el que Lear hace una introspección y cambia de cosmovisión, comprende que Cordelia lo amaba. Woody es claramente lo que hubiera sido Bernard Shaw, si Bernard Shaw hubiera capturado la importancia de la vulgar animalidad, que sabía tan bien refrenar y sublimar y canalizar, pero tan mal reconocer. Woody es el freudismo llevado a la pantalla. Y es muy judío desde un declarado ateísmo, como lo es Freud, el judío sin Dios, al decir de Peter Gay.
Dice Leonard Cohen con orgullo de ser cohen que los judíos son la conciencia del mundo y los cohen la conciencia de los judíos y él mismo, la conciencia de los cohen.
Dice Einstein, determinista spinozeano, que amaba las palabras de Schopenhauer ("un hombre puede hacer lo que quiera pero no querer lo que quiera"), que el judaísmo es la mejor religión porque tiene el mínimo de misticismo, Uno. Parece la reductio ad absurdum de un matemático, pero da cuenta de una dimensión terrenal del judaismo que el poético catolicismo elevará. Moisés solo nos pide no asesinar. Jesús nos pide ni siquiera desear asesinar, llegar a amar al enemigo. El Dios que es Uno y Tres, pragmáticamente sería despachado por el judaismo como regateo: -Partamos la diferencia, seamos realistas, arreglemos en dos.
Woody es la voz de la mala conciencia, de la ley paternalista, de la presunta prudencia y por eso nos tiene los huevos al plato erigiendo un sistema solar en torno a su narcisimo autocomplaciente con la psicopateadora y psicopatona falsa humildad de Riquelme que no sonreía al hacer unn gol, de Borges que después de destrozarte a todos sus contemporáneos con una observación aparentemente casual que te impedía para siempre volver a disfrutarlos, se consideraba un humilde intentador, un impostor, un sobreestimado.
Yo amaba el poema de Nalé "El grillo" hasta que Borges dijo que si es sencillo no usaría una palabra tan retorcida como "eglógico".
Yo amaba de Discepolín ese himno de los tangos que es "Uno" hasta que tuvo Borges que venir a mostrame la suciedad y que esta mucama limpia mal: para que rime con "ansias", debería ser "esperancias".
Resulta judeocristiana la culpa, el autorreproche, ser despreciativo consigo mismo y nada judeocristianao el autorrespeto a la Musa, hedónica, huidiza, que solo se brinda en momentos de placer y a quien hay que sacrificar relaciones de amistad y amantazgo, prestigio personal, recetas y fórmulas para el éxito comercial.
Woody habita los espacios de las almas indefensas que no están conformes con sí mismas y después de un éxito nunca dice con autobombo argento que es, dentro de todo, mejor que las películas de merda que se ven a diario. Dice que no le gustó, que no logró lo que se proponía o que tuvo mucha suerte.
Autoexigencia permanente, criticismo incansable. Humildad predicada por Jehová que niega incluso a Moisés entrar a la Tierra Prometida a la que condujo al pueblo elegido. Sin ella, Woody seguiría haciendo chistecitos nada pretenciosos que es donde está el negocio.
Woody ha sabido abarcarlo todo, ha sido el yunque y el martillo, el rolling stone drogón longevo y el santurrón esotérico, el Olmedo antiintelectual que hace mención y no uso del nombre "Borges" y el erudito que recupera el poema de Mallarmé del cisne en medio del asesinato del amante en "Golpe de suerte". El que idea una perfecta estructura clásica y el que rompe la cuarta pared para guiñarle el ojo al espectador y metalingüísticamente duplicar la lógica de un campo semántico para hacerle bullying.
Ha sabido gobernar su costado indómito, su atracción hacia el robo, su desesperación existencial, su incontenible libido, su hostilidad hacia EEUU y hacia su familia, su tendencia autodestructiva delegando ya sea el montaje fotográfico, ya sea la actuación, ya sea la salvaje locura.
Todas sus parejas le permitieron ser la voz de la razón y el cable a tierra porque le gustan locas.
Dentro de la severa exigencia de responsabilidad y hacer las cosas a conciencia, el hecho de enamorarse de dementes nunca le pesó. Es comprensible el omniponte y soberbio anhelo de decir " a esta drogadicta le voy a hacer dejar las drogas" cuando uno es un hombre que se ha sentido tentado de drogarse y ha podido disipar el exponerse a ese peligro de adicción química a discapacitarse, tan romantificado por la escuela progre que lo ve como síntoma y no causa.
Nietzche ya dijo que un filósofo enamorado es ridículo, Sócrates recomendó casarse siempre. Porque seremos felices si nuestra esposa es buena y si no, seremos mejores filósofos.
Espero haber sembrado la semilla del interés por las insólitas elecciones descocadas de pareja de este sabio, como para entender que su sabiduría siempre lúcida, se nutrió de dejar en manos del amor de su vida la imbecilidad desquiciada.
Recién termino esta primera -de las que habrá segundas, terceras lecturas...- y estoy deslumbrado por el sesgo con que abordaste a Woody; conozco bastante la obra de Allen y tengo conceptos literarios y psicoanalíticos lo que hace más grossa esta página. Saludos desde Rosario
ResponderEliminar'La psicanalisi, cara signora, è una pseudo-scienza inventata da un ebreo per convincere i protestanti a comportarsi come i cattolici.'
ResponderEliminarEnnio Flaiano (Sceneggiatore di Federico Fellini)
Este es mi motto preferido a pesar de que fui analista 38 años