Soy tu robot
En Amazon Prime puede verse una de las tantísimas exploraciones respecto de crear a una pareja perfecta robot, pero ¡ay! es alemana.
Esto significa que la más acabada consecución de anticipación de deseos no puede ser recibida como la recibiría un yanqui o un varón. La mujer explica con todas las letras que parte indispensable de todo vínculo es la estocástica aleatoriedad, el conflicto y el aspecto irracional que robot alguno domina.
El film discurre con el encanto de un Lubitsch, permitiendo que su final no sea necesariamente decisivo: el novio, robótico pero alemán, al fin, país donde nadie mueve un músculo de la cara, permite desinteresarnos por detalles como por ejemplo si necesita comer o no, y ahondar en las verdaderas soluciones paliativas a la soledad.
Como reflexión general referida a nuestra interacción con la exactitud infalible, el film nos prepara para nuestra futuras modalidades de curiosidad.
¿Es realmente la bobería, la bocanada de aire fresco que nos deja la Inteligencia Artificial?
Delicadas desilusiones deliscuescentes endelician una película que se sale de la receta obvia por sus aristas complejas ocasionales. No se puede pensar en semejantes complicaciones pesimistas a las soluciones perfectas que no sean alemanas. Y, paradójicamente, lo que se le exige al robot tan robótico no se le exige a la gente alemana.
Un film acerca de nuestra resemantización del pasado y construcción de recuerdos artificiales y la resistencia al facilismo de la felicidad, que tan cursi parece, tan ajena a toda complejidad intelectual.
Con una mención envenenada a Buenos Aires y el juego de entegarse a creer en emociones artificiales, cuyo origen es antiguo, el palo de escoba que hace las veces de caballo...
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