Argentina'78


 El principal mérito de "Argentina'78", la miniserie documental de cuatro episodios que puede verse en Disney podría insólitamente vincularse a "La vida es bella".

Al menos en mi clave interpretativa, la laureada película de Benigni no es una banalización del horror que pretende vendernos un mensaje edulcorado conformista, sino una manera potente de obligarnos a ver el horror al dosificárnoslo con abundante terciopelo, ingenio, cuentos de hadas y ternura.
Siempre se le imputa a un documental acerca del horror del exterminio sistemático por parte del aparato del Estado, del secuestro, de la tortura, del robo de bebés, de la deprivación incluso de una fosa el ser unilateral. Puede ser unilateral hablando de la complicidad cívica, puede ser polémico reeditando la teoría de los dos demonios.
Este documental goza de dos líneas narrativas que buscan confluir pero que tienen su realce singular muy diferenciado. La gesta gloriosa del proyecto de Menotti y el buen fútbol no logra verse enredada en lo más sombrío de nuestra historia y podemos gozar de revivir cada accidente-la lesión de Luque, la inesperada entrada a la cancha del gigante de Países no tan Bajos-con independencia de todos los testimonios indigeribles de la censura, la violencia policial y las intrigas de palacio de la Junta.
Y por eso estamos más enteros y mejor predispuestos para combatir la instintiva y defensiva tendencia a la negación.
El documental de Lucas Bucci y Tomás Sposato ("Carmel ¿quién mató a María Martha?")se basa en el excelente libro de Matías Bauso y cuenta con una batería de testimonios de finísimo calibre. Se podrá objetar la aparición del líder de Montoneros explicando su versión si se lo quiere condenar antes de escucharlo, pero no si se quiere tener un panorama amplio del escenario. Se podrá, a su vez, condenar al jugador de Perú que siembra cizaña sin pruebas, y al que se le dedican muchos minutos.
Lo que no se puede objetar es que se logra que gente que nunca querría meterse a ver un documental sobre la dictadura se entere de todo, gracias a los anticlimax de alegría que el fútbol le convida.
Seguramente los realizadores han querido exhibir la complejidad de un fenómeno, pero los infantiles sentimientos no pueden abarcar la complejidad: o estamos tristes o estamos enojados o estamos contentos. Y, desde el punto de vista de los efectos artísticos, nunca vi antes un documental que me relate qué pasaba en la pecera en la ESMA con tanto detalle, un día en que no estaba yo para ver nada demasiado duro, sino pasatista.
Quizá sea involuntario el mérito de no lograr mixturar el Mundial y el horror, pero creo que nadie sale mejor informado de ambos fenómenos como después de ver estos testimonios, precisamente gracias a que descansamos del relato de una sobreviviente viendo los goles de Luque y de Kempes.
Nunca vi un documental sobre el nazismo así, habría que lograr documentales con contrapuntos similares por ejemplo referidos a Malvinas, recordando cuan festiva y popular es siempre la guerra. El rol de la prensa holandesa, las ambiciones políticas de Massera, la creación de la televisión a color, el recuerdo de Hungría y Holanda que siempre merecieron su Copa, casi nada queda afuera-no se menciona la solicitada que firmó Menotti entre muy pocas omisiones sin importancia.
Picardías y recuerdos nostálgicos narrados por jugadores en su reconstrucción retrospectiva emocionan y sorprenden y nos permiten entrar con una sonrisa y las defensas bajas a asimilar lo que nunca queremos del todo tener que metabolizar.
Un mérito inmenso del documental es la cantidad de documentos que aporta y la cantidad de lugar que le dan. Son muy pocas las partes actuadas que ilustran y guían la lectura de los documentos que hablan.
El hecho de que la fiesta del fútbol bien jugado esté en una esfera separada podría no haber sido lo que se propusieron los realizadores, reitero. Pero desde Barthes sabemos que las intenciones del autor deberían importarnos tanto como las intenciones de Brasil, que eran las de ganar ese Mundial.

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