NO SOY UNA FOCA AMAESTRADA (in memoriam Beatriz Sarlo)
El día que Marilyn murió, Billy Wilder aterrizaba en Paris y cinco periodistas le preguntaron cómo fue filmar con ella.
El director contó lo que contaba siempre:
-Llegaba tarde, solo se interesaba por salir perfecta aunque hubiera que repetir las tomas y ya los otros actores salieran peor, tenía severos problemas con el alcohol, las píldoras que tomaba por su problema ovárico, los barbitúricos y la melange mental por estar siempre entre amores, queriendo ser tomada en serio (hizo "La princesa y la corista" con su propia productora para redimir su imagen de rubia tonta y Laurence Olivier le decía "limitate a ser sexy"). Olvidaba sus líneas aunque fueran de dos palabras, costó retrasos en el rodaje donde cada día cuesta miles de dólares, me generó una serie de enfermedades nerviosas que sufro desde entonces...sin que cambiara en nada su timing innato para la comedia, nos hacía estar con la infumable esposa de Strasberg como mentora y supervisora en el plateau, teníamos que tratarla entre algodones pero nos mandaba a planchar resortes, se rehusaba a ensayar, no se dejaba ayudar, yo me dejaba agredir porque sabía que es una chica con sus problemas, y eso me significó sufrir un infarto por comerme la bronca. Nunca nadie me habló tan agresivamente, toda mi vida traté de ocultar mi dulzura con una coraza de cinismo y de hacerme fama de despótico pero ella me mandaba a callar.
El usual desahogo con su lengua sarcástica, el usual "auspacken" de sus respuestas -corroboradas por todos y cada uno de quienes formaron parte del set de filmación-salvo que nadie le había avisado a Wilder que Marilyn aquella mañana había aparecido sin vida en su cama.
Creo que muchas personas que han escrito hoy sobre Beatriz Sarlo quizá no saben que la potente inteligencia de sus análisis literarios ya solo nos va a acompañar en sus escritos, grabaciones y filmaciones.
Yo he asistido a velatorios de verdaderos pelafustanes, velorios inusualmente solitarios porque ni los familiares más directos se lo bancaban. Y siempre se puede hablar bien de un reverendo canalla. El hecho mismo de que con su deceso, alguien nos recuerde la propia finitud y la Muerte en general nos suele llamar a una tregua universal.
Este preludio no es para aclarar que si no fuera que falleció yo escribiría pestes en contra de ella, porque siento una admiración y un aprecio personal inmensos.
Cuando fui su alumno de Literatura Argentina pude hacer mis usuales sarcasmos-que hago per jodere y por deporte contra las más magníficas cosas-, pude acompañar a la generación de jovenzuelos ignorantes a considerarla vieja o malhumorada, demasiado severa, arbitraria, de un purismo tajante que a veces no escuchaba los sutiles matices de la otra campana, pero si ahora recuerdo en retrospectiva a qué clase de burros se enfrentaba, era muy formador que dijera apodícticamente : "-No, Arlt no era melancólico, era resentido", en un mundo de intelectuales que no podían decir que Hitler era bueno o malo porque todo es demasiado complejo para reducirlo a esas categorías y bla, en un mundo de argentinos acomodaticios o hipócritas, cobardes o apaciguadores que terminan concluyendo conciliadoramente "Wittgenstein y Tinelli están diciendo lo mismo con diferentes palabras".
O sea que incluso en el área de su mayor experticia supimos oponernos a ella con justicia o sin justicia pero con libertad, con lo que los jóvenes aspirantes a escritores tienen que tener según Leonard Cohen: arrogancia e ignorancia.
Uno de mis muchos escritos, celebrados por mi cohorte de adulones de entonces contra Sarlo-cuando le escribió "Derecho a la esperanza" a Graciela- decía:
"Me encontré con ella en el Club Ferro y no sabía bien cómo se dice, ella siempre nos corregía la redacción ¿te admiro mucho por tus trabajos en literatura y por tus análisis políticos pero no me acerqué a saludarte
porque sentí vergüenza o te admiro mucho por tus trabajos en literatura pero no me acerqué a saludarte porque sentí vergüenza por tus análisis políticos?"
Combatíamos algunos de sus puntos de vista como Borges se defendía del influjo de Lugones, aunque la propia pugnacidad arrabalera, tan canyengue y rea de Beatriz no nos había sustraído de la gravitación pendenciera de entrar como caballos a la polémica.
Recuerdo muchas de sus salidas ácidas en su calidad de docente titular en los teóricos.
Un alumno le pidió explicar otra vez lo que había explicado al comienzo de la clase. Como leche hervida, muy airada y cocorita dijo que no pensaba retrotraer la clase para rendirle pleitesía a un distraído a cuerda (cito de memoria) y agregó literalmente: NO SOY UNA FOCA AMAESTRADA .
No traigo a colación este recuerdo para insinuar que era una docente con poca capacidad de empatía, que no pertenecía a la camada demagógica que reparte caramelos y aprueba a todos porque no hay ganadores ni perdedores y lo importante es competir.
Pienso que esas cinco palabras definen una posición general que tenía ella ante la vida que la hacía plantarse críticamente para debatir, analizar, indicar sus preferencias políticas y no dejarse arrastrar por las modas del lenguaje.
Cuando mi padre organizó el Congreso de la Filosofía de la Historia al que asistió Hayden White recuerdo que justo estuve presente al momento en que convocó para una ponencia por mail a Sarlo y pude leer su respuesta.
Durante su juventud en Viena, Billy Wilder trabajó para un diario que lo mandó a hacerle una pregunta a las personalidades más destacadas. Fue a la casa de Arthur Schnitzler, a la de Alfred Adler, a todos les preguntaba su opinión acerca del hombre del momento, Mussolini.
Tocó timbre en la Berggasse donde llegó a ver el sillón cheslong de Freud y se preguntó por qué era tan chiquito, si solo atendía a niños y enanos. La doncella recibió su tarjeta y le pidió esperar. Se olía la deliciosa comida. Apareció Freud con la servilleta en el cuello, le dijo: -Herr Wilder?
-Jawohl, Professor Freud
Y Freud le señaló la puerta, a lo cual Billy Wilder con una reverencia, se inclinó, agradeció y se fue. Freud no daba entrevistas a periodistas.
Wilder sin embargo concluye: -Fue un honor más grande que me pusiera de patitas en la calle Freud, que recibir el premio de manos de esa tragedia griega, el productor Spyros Skoura
Y siempre que hablaba Sarlo había dos dimensiones de luz: su brillantez y la formulación de su brillantez.
El mail a mi padre era muy cálido pero declinaba la oferta. Esto no obstante me quedé maravillado. Para rechazarla había dicho "soy renuente a..." y yo nunca antes en toda mi vida con todas mis lecturas había conocido la palabra "renuente".
Fue como el viejo chiste judío de la carta del tío en el extranjero que cuenta que están todos con tuberculosis y pocas posibilidades de sobrevivir, pero que de hacerlo van a ser conducidos al ghetto, que la hija perdió el embarazo, que les robaron hasta el último centavo...¡pero escrita en un hebreo tan hermoso!
Claro, pensé en seguida, "renuente" debe venir de "reluctant", es perfecta, porque si decimos "soy resistente" se entiende cualquier otra cosa...
No quiero meterme ahora a discutir nada en materia de su opinología política: el compromiso y la militancia fueron en ella una pasión desde siempre, no es que el Grupo Clarín salió a sobornarla para que influyera en el voto de nadie. Nadie, por otra parte, que conociera el zigzagueante recorrido ideológico que incluyó el maoísmo que apoyó a Isabelita, se habría dejado cambiar el voto por lo que analizara "gorilistamente" nuestra "Opinator".
Me pareció un poco fundamentalista y no muy fundada su nota en "La Nación" agarrándose de que Cristina citó mal el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, al olvidar la palabra "farsa" y decir "comedia", me pareció atinada la respuesta que le escribió Noé Jitrik en "Página/12".
Pero así como nos iluminó zonas del Borges orillero que, como recuerdo que dijo "era como el tero que grita para un lado y pone los huevos en el otro", así como contribuyó a que se conociera la obra de Saer y a que creciera profesionalmente Martín Kohan, no fue menos sagaz en sus ensayos sobre cómo el hecho de cultivar un ethos discursivo de patética radionovela permitió a Evita dar discursos tan conmovedores.
Era justa en la medida en que era justamente honesta con la desmesura de sus ideas y las trataba con justicia, podemos no estar de acuerdo, pero para no estar de acuerdo nos obliga a elevar el registro y discutirle con lo más a lo que lleguemos en puntitas de pie a su altura.
No coincidí con su crítica en Perfil a "Las teorías salvajes", solo me pareció que parangonó a Romina Paula con Manuel Puig porque en su cabeza tenía muy a disposición a Manuel Puig, como si yo ahora hiciera una elegía o un obituario vinculando a Beatriz Sarlo con Marisa Paredes-que da la casualidad de que hoy convergen temporalmente en mis sinapsis, sin otra afinidad esencial que haber pasado a otro plano en la misma jornada.
Es un tiempo muy difícil ahora para el campo intelectual argentino (como si los de ella hubieran sido muy fáciles).
Tengamos el combativo coraje de honrar su memoria siendo fieles a nuestros sentires y pensares sin cortapisas ni resquemores a exponerlos y confrontarlos y sin la comodidad de enunciarlos a la que te criaste.
La más equivocada de las direcciones interpretativas o ideológicas que tomó en sus frases nunca dejó de merecer ser citada por la concreta belleza de su formulación.
Yo admiro el gran alma y el espíritu general de Beatriz Sarlo, pero para quienes en esto no me acompañen, los invito a admirarla por algo que es más obvio, más sobresaliente, más superficial si se quiere, más al alcance de todos: los invito a admirarla solo palabra por palabra
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