Cuando la desgarradora rupura termina no rompiendo tanto
Muy inesperadamente he sido rechazado hoy por una mujer espléndida que aceptaba todos mis defectos pero me atribuyó uno que era como un barrilete de melones: irremontable.
No le pude demostrar que no tengo ese defecto.
No quiero generar misterios innecesarios, pero vean ustedes, el defecto en cuestión se ve endiabladamente confirmado al explicitarlo: -sos adicto a hablar de otras personas, tenés una necesidad de aprobación social o no sé qué es lo que hay dentrás, que te hace querer comunicar y exponer, no sos reservado, sos indiscreto.
¿Cómo se demuestraría la discreción? Es el problema que tuvo Desdémona: solo hay prueba visible de la infidelidad, no de la fidelidad.
Lo primero que hice fue ordenar mi departamento con la cama en otro sector, porque cuando me había rechazado el último gran amor de mi vida no pude pegar en ojo por una semana, hasta que cambié de lugar la cama.
Lo hacía llorando con gruñidos tipo cerdo, no con lánguidas lágrimas de tristeza resignada, de un último y delicado adiós a la promesa siniestra de felicidad en la que tantas ganas tenemos de caer.
Me reprochaba todo: si no hubiera agarrado la yerba hoy con la mano izquierda, todavía ella me permitiría enviarle un mensaje por Whatsapp.
De pronto me sentí insólitamente bien.
Me di cuenta de que había estado muy absorbido por bailarle el malambo, desplegar las plumas del pavo real, convencerla de que soy prácticamente como ella, pienso prácticamente como ella o su ideal complemento.
Y ahora tenía toda esa energía disponible para aprender a jugar al Go o ir a ver a una go-go-girl.
¿Y la infinita pérdida?
No la sentí.
Había despertado una índole de creativad en mí que me permitía recorrer cloacas con carcajas, ser cáustico y agresivo, decir cosas zarpadas, incorrectas, ilegales y clandestinas en los textos que preparaba solo para sus ojos. Pero ahora se me seguían ocurriendo y no necesitaba mandárselos. Podía cambiar el nombre, cambiar algunos detalles, la posesión de esa herramienta no se había perdido.
El usual consuelo ante el tronchamiento de un lento comienzo del paso del amor, como dijo el único miembro argentino de la Academia de Letras, Francesas, Hector Bianchiotti, piamontés para colmo, es "no estábamos predestinados o en el caso italiano, predestanados", pero se vivió como que sí.
Así que mi consuelo es lo que dijo Leonard Cohen: -true love leaves no traces.
De un buen vínculo también es bueno y fácil salir.
Comentarios
Publicar un comentario