Milei resigna el "todo o nada" ante una oposición empecitodo
Para tratar la disfunción eréctil la mejor es la Escuela de Palo Alto
Me preparé con zapallo, papa, pollo hervido, cilantro, remolacha y un pelin de queso blanco una sopa curativa -Se dice que la sopa de pollo es la penicilina judía: resultó asquerosa,le tiré La Mona Lisa en señal de protesta
Para sobrellevar un agudo dolor que vino de golpe y sabemos que va a quedarse mucho tiempo, nada más grosso que la grosería mientras se va cicatrizando solo...Por raro que suene, la distracción brutal puede ser el colmo de la responsabilidad en algunos casos...
Así que ¡carnaval en el velorio! ya tenemos algunas respuestas al desafío:
Cristian Koch: Chupito y chupame leían a Freud y a Fucó. Chupito leía al maestro vienés y chupame al pelado con polera.
Gustavo Nielsen: Chupito y chupame juegan entre ellos. Chupito le lame dulcemente el culo. Chupame la pija.
Fino como pedo de lombriz.
Fabián Fornaroli Fuerte como enema de chimichurri
Como el Judo, también basado en el Ju-Jitzu, el Aikido emplea la fuerza del oponente, entonces no choca ni escapa, deja pasar, es el denominado "honorable arte de no estar allí". Se parte de la base de que quien agrede está en desarmonía con el equilibrio del universo, por ende no podemos condescender al orden de su desorden, lo dejamos pasar y lo reconducimos circularmente al equilibrio. Poder no hacerse cargo de una agresión, considerarla otro idioma, no llegar a albergarla y tener que paulatinamente esforzarse por repelerla es lo segundo que más amo del AIKIDO (que significa AI: armonía, KI: energía, DO: camino, el camino de dirigir armoniosamente la energía).
Lo primero, es un movimiento en particular en el que el aikidoka da un giro copernicano y olvida todo lo que estaba haciendo para un lado y se dirige enteramente a otro.
Es ideal para no sucumbir a la seducción que ejerce una inesperada herida reciente, el comienzo de un duelo. Cero. Corte absoluto. Ni cargo. Me llevo la alegría de estas coordenadas y la dirijo a otra parte. En breve escribo al respecto en relación al final ejemplar de "El Puente Sobre El Río Kwai": porque no solo tenemos el deber de no suicidarnos por más dolor brusco que sobrevenga. De nada sirve seguir vivos sin un mínimo de autodisfrute, sin la capacidad de reconectarse con todo lo amoroso que no nos rechaza, es lo mínimo que le debemos a nuestros seres queridos que nos sigan queriendo
Lo fundamental de una historia de amor es que no deje un recuerdo imborrable porque capaz te pidan que lo borres
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