Joaquín Furriel confirma en esta película que es un gran actor: y sí, ¿que otra cosa va a decir él de sí mismo?


 El poema "Cristo en la cruz" de Borges, está bastante desembarazado del corset que se ponía para seguir amando a Quevedo y a Lugones.

Y ya no hace chistecitos como el de que Holmes nunca va al baño y "tampoco condesciende a esa comarca, Hamlet el príncipe de Dinamarca..."
Nada es un desvío.
No asociamos en absoluto la figura de Jesús con Oscar Wilde.
Hace bien en decir entonces "un irlandés en la cárcel" para que no recordemos cuál, para que no devolvamos al frívolo showman su frase profunda.
Lo más potente es el final como suele serlo en todas las grandes obras. Curiosamente no, en una película policial número uno en Netflix, a la que coincido en recomendar "Descansar en paz", escribe tan bien Martin Beintraub que logró que un libro policial sea excelente aunque no haya sido escrita, como suele hacerse desde el final, ni sea éste su cúspide.
¿De qué puede servirme que sea excelente el libro de Martin Baintraub si no me publican a mí ahora?
Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la Inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

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