LA LIBERTAD Y LAS PAPAFRITAS

 Boris Vian (un autor completamente out) dijo que el día que se ponga de moda pegarse un tiro, nos libraríamos de todos los imbéciles.



A despecho de este trend, la moda ha sido caracterizada por el filósofo galo Gilles Lipovespsky en "La era del vacío" y "El imperio de lo efimero" como un baluarte y una garantía de la democracia, ya que nadie puede entronizarse en el poder por demasiado tiempo en un mundo que ansía la constante frescura de la renovación.




Es así como Heidegger en "What pass, Carlos Paz?" recupera de Escoto Erígena el yoguresco concepto del Ser y repone de Aristóteles, el estagirita, la noción de verdad como "a-letheia", id est, lo des-oculto, lo que se ajusta a una trasparencia, desnudándola como sinónimo top de la libertad.




Acaso haya que regresar a Paris para vincular la moda con el indomeñable espíritu libertario, ya que la Revolución Francesa impuso sus colores políticos mucho más como un estilo que como una venerable ideología. ¿Y de dónde viene el nombre de Paris?. De la Antigüedad Clásica, de Grecia, lugar donde los bogavantes rumiando a los rapsodas sentían el llamado del mar como equivalente de la vastedad de la libertad y gritaban: thalassa, thalassa!("agua salada, agua salada").


Muchos me dirán que la sociedad griega era esclavista y que su mitología, determinista, pero yo ya estoy curado de espanto porque me enteré de algo peor: salvo el ceñidor mágico de Afrodita, el culto al cuerpo era el culto al cuerpo desnudo, vale decir, a los genitales "en bolas" por así decirlo, una renuncia estúpida al gran ejercicio de la libertad que constituye la ropa.





Un determinismo biológico según el monje austríaco Mendel configura nuestra tendencia genética a la complexión, el talle y esos detalles. Freud se preguntó ¿que tienen de vello los genitales? mucho antes de la depilación definitiva, y se contestó que una sobredeterminación en la más perversa infancia nos hace fijarnos a una elección de objeto y recorrer libidinalmente por oleadas (thalassa) la zona erótica cantando I can't get no satisfation con aquella lengua afuera diseñada por Warhol.


Baruj Spinoza que no creía en la libertad como realidad física, sino como ilusión, escribió que si un cenicero de Susana Gimenez sobrevolando el living pudiera hablar diría que está eligiendo su recorrido.




Arthur Schopenhauer tomó del hinduismo su idea de que creemos tener una motivación individual, pero es porque los sentidos nos engañan cual push-up y estamos atravesados por una impersonal fuerza bruta ciega, capaz de combinar Azul, pcia. de buenos aires con verde vintage.




Albert "rulo" Einstein, al momento de sacarse la foto con la lengua afuera, que es el símbolo de todos los malos estudiantes de matemática que igual tenemos la libertad de imaginarnos geniales porque la imaginación es más importante que el conocimiento, dijo que "un hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera".



Contra la libertad entonces hubo argumentos físicos, psicológicos, biológicos, religiosos y cuando llegó Lacán, con sus poderes extrasensoriales, se agregó lo que se dio en llamar un quinto sentido: el determinismo linguïstico: estamos atravesados por el significante, el habla nos hablala llama que llamala servilleta quiere ser billetela cerveza quiere ser beso.





Por insignificante que suene, la Revolución Francesa que implicó usar como estampado al signo de Saussure (¿acuariano?) devino en la actual prevalencia posmoderna del lenguaje como objeto de estudio par excellence en todos los paradigmas científicos minimalistas.





La mismísima Historia en tanto que ciencia se vio obligada, con Hayden White y su "Metahistory" a admitir que el discurso de los manuales era un entramado tejido con figuras retóricas con encajes de la misma casa matriz que urde la literatura pinzada.




Santayana escribió "quien no conoce su historia está condenado a repetirla" y los filólogos en pantuflas hush puppies le contestaron de todo corazón que en todos los idiomas la memoria, aliada de la libertad, se declara cardinalmente: by heart en inglés, par coeur en francés y también re-cordare en latín es volver a pasar por el órgano de los ventrículos montescocapuletienses.




Ahora bien: la libertad curiosamente se relaciona en todos los idiomas más con una carencia que con una posesión. "Carefree" es despreocupada en las ingles. "Alkoholfrei" en alemán significa que no hay ni un mililitro del tinto mandamiento. Y esta carencia que es la libertad de ninguna manera fue bien explicada por Jean Paul Sartre, cuya filosofía humanista aseguraba que estamos condenados a ser libres, que cada vez que delegamos una elección, la opresiva responsabilidad recae inexorablemente sobre nuestros hombros, como si nos metieran presocráticos.




Hubo de esperarse al advenimiento de Jean Paul Sarten, el gran sabio hugonote para que un tema tan abstruso como es el de la libertad filosófica humana resultara a la postre gnoseológicamente una papa. Al descomponer los sustratos verbales con los que se confeccionan morfológicamente las papas fritas en cada idioma, descubrió bajo microscopio que las también llamadas "papas de la libertad" contenían freeturas que contribuían al metabolismo de los radicales libres y la dudosa elección sexual de las grasas trans. En su Tractatus Pommes Fritz Tuberculus experimenta culinariamente con pay,rejilla, al horno, a la cacerola, al microondas con manteca, a la salamandra y embebidas en caucho séptico, para concluir que la sal de la vida papal reside en dotarla de libertad (thalassa). La papa liberada es aquella que recibe la envoltura áurica tras el auditivo escalofrío al óleo del aceite hirviendo que nos reenvía al gesto de la gesta que remite al coraje cívico frente a las tan invasivas invasiones inglesas.




A raíz de que el revisionismo ha querido sindicar al actor político de Jean Paul Sarten, la papa frita, con el vulgo, la plebe, las napas más odontológicamente carenciadas de la población, al repetir hasta la saturación la incendiaria consigna guerrillera de "a las finas hiervas", caracterizaciones tales como que la hambruna de Irlanda fuera redimida mediante esta "manzana de tierra" (pomme de terre) y de que los integrantes de las papas fritas cajetilla o "más paquetas" son todos nabos, echaron por tierra sus aspiraciones epistémicopapafritales de ingresar al College de France con una capelina divina que tenía preparada a tal efecto, fucsia y magenta, terminada a mano a la sazón por Simone de Papusonnê su protegée, la "rococó cocotte", conocida como "la tartamudita de Rasqués", media naranja en la pareja hugonote-rasqués.



Aunque el repertorio de recursos para la representación de la articulación actual entre la libertad y las papas fritas esté puesta en jaque por el carcelario, diríase, liberticida mandato del régimen hectoralterioesclerótico, la vigencia de la teoría sarteniana está fuera de toda relectura escópica suprasegmentaria: todos recordamos con deleitable predilección aquellas primeras salidas a comer afuera, cuando nos era dado elegir qué plato queríamos.



El primer acto de libertad era ¡voilá! la papafrita: si las recordáramos, sabríamos olvidar muchas diferencias de raza, de clase, de formación, de edad y de tamaño. Si la lente se posara con mayor asiduidad en la papa frita (con una fisiología del ojo, recordemos, basada en fotorreceptores conos y fotorreceptores bastón) la humanidad toda no tardaría en consustanciarse balsámica y acabadamente con la mancomunada fraternidad universal del buen gusto

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