El misterio Rulfo


 Me encargaron una clase sobre Juan Rulfo y al tratarse de un escritor tan singular, me va a demorar meses estudiar sus influencias, los comentarios críticos y como suelo agregar con mis amenas digresiones, sus anécdotas.

Era parco, consigo entrevistas a gente que compartió décadas con él, pero cuenta que no era de hablar mucho. Sus amigos mismos dicen "por la manera en que ese día carraspeó infiero que leyó la poesía de Whitman".
Gente que lo admiraba hasta la idolatría me está contando sus réplicas chistosas a la manera de "la viuda de Gardel", con un criterio imposible de compartir.
-¿Por qué no escribe más?
-Porque un escritor no es una fábrica
Eso, se supone, fue un sarcasmo desternillante.
La escritura discreta de Rulfo espeja una personalidad que me va a llevar algún tiempo descifrar o poder relacionar con tradiciones y colegas, predecesores y continuadores si es que los descubro.
Agradezco todo lo que me puedan convidar acerca de Rulfo que recuerden. En breve se estrena una nueva película "Pedro Páramo" producida por Nétflix.
La recepción crítica y de público coinciden en que es de una sensibilidad y delicadeza colosales. No se ponen de acuerdo en extraer the ghost from the machine. Ninguna de sus palabras es hermética, críptica, de "poesía masturbatoria" como se calificó a César Vallejo ("dame una verdad y un ibuprofeno").
Al leer "El llano en llamas" descubrimos alusiones a autores clásicos que hacen imposible considerarlo poco culto, poco erudito, desconocedor en su versación de a quién alude. La circularidad del tiempo, los espejismos engañosos del ambiente onírico que es a la vez romántico y violento, el estatuto de los muertos: todo esto nos hace pensar que los sueños-que solemos no recordar-se caracterizan por entregarnos a una historia de la cual somos protagonistas sin recordar por qué.
Ditirámbicos elogios que aúnan acaso por única vez a Gabo y a Borges, un rencor profundo de Rulfo contra Octavio Paz que Octavio Paz sin amarlo no puede corresponder, tan grande es el mundo que ha traído al mundo este fotógrafo cuyo padre se pasó a los insurgentes y cuya madre tan joven lo dejó huérfano.
No se subió al tren del trend.
No apeló a drogas, no apeló al pensamiento vertiginoso y su lentitud inusitada nos obliga a detenernos.
Neruda -que no sabía nada de Kafka-recurre a compararlo con Kafka para celebrarlo.
Susan Sontag-que acaso junto con Canetti, Deleuze y Piglia escribieron lo mejor que se escribió sobre Kafka-se rinde a sus pies y no lo emparenta con nadie.
En el prólogo que le dedica Borges-hecho que nunca garantiza que haya una admiración sincera, si bien los prólogos más hipócritas eran a personas con quienes quería pernoctar y este no es el caso-se omite toda mención dentro del anfiobiológico espesor narratológico al costado político. Es un puro elogio al orbe que se sustrae a una legalidad que participa del mundo reglamentado y previsible. A Borges el indigenismo le interesa tanto como el cultivo de cereales en Minesotta: le interesa cómo se alza a las alturas de "Alicia, en el país de las maravillas", le interesa que el lector no sepa si confiar en el narrador, no sepa con qué es capaz de salirle ahora.
Recomienda la interpretación de Emir Rodriguez Monegal y suscribe a lo poco que saca en limpio la crítica: técnica de escritores rusos y escandinavos y evidentemente Faulkner.
Y en el texto de Borges sobre Rulfo resurge Kafka porque dice lo que de Kafka había dicho Sontag en "Contra la interpretación". Con una hermosa cita de John Keats: nadie logró destejer el arco iris.
Su amistad con Arreola no arroja mayor luz.
No está ávido por publicar, recién a los 40 años un amigo le arranca de las manos un manuscrito y lo lleva a un editor.
Augusto Monterroso escribe inspirado en Rulfo la fábula del zorro:
Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta cierto punto melancólico y sin dinero, decidió convertirse en escritor, cosa a la cual se dedicó inmediatamente, pues odiaba ese tipo de personas que dicen voy a hacer esto o lo otro y nunca lo hacen.
Su primer libro resultó muy bueno, un éxito; todo el mundo lo aplaudió, y pronto fue traducido (a veces no muy bien) a los más diversos idiomas.
El segundo fue todavía mejor que el primero, y varios profesores norteamericanos de lo más granado del mundo académico de aquellos remotos días lo comentaron con entusiasmo y aun escribieron libros sobre los libros que hablaban de los libros del Zorro.
Desde ese momento el Zorro se dio con razón por satisfecho, y pasaron los años y no publicaba otra cosa.
Pero los demás empezaron a murmurar y a repetir “¿Qué pasa con el Zorro?”, y cuando lo encontraban en los cocteles puntualmente se le acercaban a decirle tiene usted que publicar más.
—Pero si ya he publicado dos libros —respondía él con cansancio.
—Y muy buenos—le contestaban—; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero pensaba: "En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer".
Y no lo hizo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Envidiosa

El curso de literatura alemana más grande del mundo

Tomando exámenes en Puan