Konrad Lorenz, Karl Popper y Juan Rulfo


 El genio que logró para la epistemología determinar qué es ciencia y qué no y el creador del estudio del comportamiento animal son invitados por un programa de televisión.

Karl Popper imagina que va a hablar del paidomorfismo y su validación científica siempre y cuando se olvide Konrad Lorenz de atar la lingüistica a la biología. No hay por qué decir que aquellos animales que nos parecen entrañables son los que en alemán terminan con "chen", el sufijo que apocopa. El conejo ("Kaninchen"), la ardilla("Eichhörnchen") son tiernos porque como un bebé, tienen la cápsula craneana más grande que el cuerpito torpe, los ojos saltones, etcétera.
Karlo Popper espera que no se hable de política, que no se tenga que recordar que Konrad Lorenz, hijo de su tiempo, no siempre hablaba en inclusivo.
Sería penoso que estos amigos que se admiran mutuamente tengan que confrontar "La sociedad abierta y sus enemigos" con un inicial apoyo al nazismo, un apoyo que no solo Konrad Lorenz, sino Bernard Shaw y tantos genios consideraron la salida para superar la lentitud del parlamentarismo.
Pero el conductor hace preguntas que nada que ver. Entonces Karl Popper se ve obligado a recordar su infancia. Y nombra a la que fuera su María Elena Walsh. Y Konrad Lorenz, el Premio Nobel de Biología, el que le reprocha a Freud haberse hecho dualista, el empollador de huevos de ganso, quiere darle un abrazo. También él leyó con deleite a la primera mujer Premio Nobel de Literatura, Selma Lagerlöf.
Karl Popper, que había determinado que Freud no es científico, confirma entonces a Freud en eso de que la infancia nos marca más que la adolescencia, la adultez, la vejez, los derroteros y las derivas.
Kenzaburo Oé recibiría años más tarde el Nobel y pediría recorrer la ciudad de la escritora que en su infancia lo deslumbró, Selma Lagerlöf: quería conocer la ciudad que engendró a ese prodigio.
Le preguntan si entonces esta es su ciudad más admirada. Dice que es la segunda. La primera es la que permitió al mejor escritor del mundo: Juan Rulfo.
Y lo que nadie sabe es que Juan Rulfo leyó e imitó a Lagerlöf, desconocida en México.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Envidiosa

El curso de literatura alemana más grande del mundo

Tomando exámenes en Puan