En paralelo al "Borges" de Bioy, aparece la contraparte filosófica, los diarios de Levrelli

 "Si bien es cierto que estamos en la misma habitación, no puede decirse que usted y yo estemos realmente en el mismo planeta" Maureen O'Hara a James Stewart en "The shop around the corner" de Ernst Lubitsch, fuente desconocida de "Tienes un e-mail" que no le toca la orla del vestido...



Si el Borges de Bioy Casares con sus monumentales 1650 páginas constituyó acaso el acontecimiento literario de la década en virtud de sus sagaces observaciones, jugosos chismes, sabrosas cuereadas y en razón del afectuoso testimonio redivivo de una amistad que ignoró tanto las cursilerías como las habituales vilezas porteñas, Voy a morir en Milei de Anticipación  se atreve a vaticinar que el Levrelli del mediático Tomás Isaac (hijo del dueño de la fábrica de medias Poliscilla) no tardará en configurarse como el suceso filosófico del lustro, Weltanschauungens aparte, fundamentalmente por la cálida confrontación de sus versados esgrimistas orales.

Habida cuenta de la visión modernamente tomista [por Santo Tomás de Aquino] de Juan José "Jota Jota" Levrelli, claramente contrapuesta al clásico aristotelismo de Tommy Isaac (un aristotelismo de marcado corte esclavista) la tensión dialógica se abisma en una dialéctica que llega a hegelianas antítesis que se retraducirán a la postre en la ausencia total de conclusión ("sin tésis"). Tal es el caso de la discusión metafísica del 21/9/2001 en torno a si una mujer debe tener buenos pechos o buenas posaderas, cuando Isaac se muestra aviesamente lacónico aunque tiene una opinión secretamente muy bien formada "in pectore", mientras que Levrelli (de orientaciones erógenas alternativas) es ostensiblemente antitético.

Si la inspiración para el inmenso diario de Bioy fue el consagrado "Johnson" de Boswell, el registro de debates ontológicos interrumpidos por temas oncológicos, au contraire, posee un antecedente harto más fundante e ilustre: los diálogos platónicos, lo cual no obsta para que el paralelismo trazado arroje luz sobre tangibles, tangenciales y a veces contingentes semejanzas con su hipóstasis literaria. Si Borges sorprende por su soberbia al criticar a Goethe, a Dante y calificar a Shakespeare de "the divine amateur", Levrelli asombrará al filósofo en pantuflas con sus intempestivas descalificaciones por obscenidad a Renato Descartes ("voy a hacer pasar todo por mi duda ¿no te suena un poco chabacano?") y su iconoclástica irreverencia de reorientación vocacional sacrílega dirigida heréticamente a Immanuel Kant ("debería haber sido creativo publicitario, Sapere Aude es un slogan perfecto, el tribunal de la razón un jingle para cantar en sonsonete con el despertar del sueño dogmáticoel cielo estrellado sobre la testa, un corazón de dulce de leche y la conciencia moral en su interior, lo incognoscible a lo que más se parece es a las Biopuritas, del mismo modo que el Ser que etimológicamente inventa Heidegger debe tener tanta sustancia como un yogur dietético"18-6-1998).

Otra similitud, en este caso trágica, es que si Borges vivió bajo la opresión tiránica de Juan Domingo Perón, al licenciando Levrelli le tocó en suerte (una suerte de desgracia sin suerte) vivir la era posmoderna, con su entronado culto al lenguaje culto o coloquial devenido en objeto de estudio par excellence habiendo desplazado el universal interés por el cosmos que data de la antigüedad helénica y la posterior focalización antropocéntrica que privilegia al sujeto. En su ineludible "Las palabras y las bolas" [Dunken, 1979]Jota Jota manifestó su desprecio aristocrático por esta moda del paradigma epistémico, por este "monstruo gnoseológico" por esta bestia negra de negros bestias y "la improcedente antropomorfización determinista y el animismo místico y esencialista ya reificado de unos ruidos que salen de la busarda por parte de quienes ignoran con plenitud la prevalencia inminente del pensamiento visual que augura premonitoriamente el concurso del asequible imperio de la intervención del entendimiento olfativo".

Por gentileza de Empédocles Ediciones (Maracaibo 2008), aquí tienen ustedes un anticipo exclusivo en su formato heracliteanamente fragmentario:

12-03-1980
Come en casa Levrelli.
Dice que "todo fluye" en griego se dice "panta rei" y que sería un estupendo nombre para una banda de heavy metal a la Kiss. Lo insto a documentarse en los baños de Constitución para nuestro libro "Coitos breves y extraordinarios" cuyo anticipo proveyó el exquisito pato laqueado que estamos almorzando. Dice que aunar el sentido comercial a la erudición es algo infrecuente y me compara con Tales de Mileto, según él, un broker de bolsa avant la lettre al aprovisionarse de aceite de oliva previendo la etapa de sequía y revendiéndolos leoninamente a precio de usura a sus conciudadanos menos cultivados.

(...)
05-04-1981
Come en casa Levrelli.
Leemos con penuria intelectual sistemas filosóficos para el concurso del diario Zeitgeist del cual soy jurado. En la Safe (Sociedad Argentina de Filosofos Esnobs) nos aborda Alejandro Rozichnerkranz y nos pregunta si ya leímos el de un ubicuo dilema hamletiano que articula a Pirrón de Elea con Ciorán. Para despacharlo le mentimos que estamos facultados para declarar el concurso desierto (en rigor, sólo podemos declarar el concepto de verdad como criterio "de cierto" o a lo sumo, recategorizar un ensayo bajo la pléyade de ensayos que remiten a/quedan en "la nada"). Apuro a Levrelli para no toparnos con Adolfo Carpe, quien aprovechó el cambio de autoridades y, rápido de reflejos, ya habla como si hubiera sido idealista trascendental de toda la vida. Conduzco la moto que me prestó el jóven efebo Enrique Pezzones y dejo a Levrelli en su casa, zanjando la discusión de quién manejaba con un argumento de Hume para negar el yo.

(...)
06-04-81

Come en casa Levrelli.
Leemos "La libertad es libre" muy evidentemente teñido de materialismo histórico pero refrescantemente libertario. Ataca todos los determinismos, desde el de la permanencia y el del cambio "ilusión de alternativas" en Parménides y Heráclito [cf. Jorge Drexler "Cada uno da lo que recibe"], hasta el determinismo biológico de Nietzsche, el determinismo cultural del propio Karl Marx y-lo que nos deslumbró, "el opresivo determinismo incontestable y liberticida de la responsabilidad totalitaria" en Sartre. Le digo a Levrelli que el modesto tratado ("Intentatus") hasta ahora me parece que se lleva el premio, pese al poco prometedor pseudónimo (Suprazizek), pero me sugiere con suspicacia cierto plagio a Spinoza hábilmente reformulado. Consultamos la Ética donde leemos aquello de que si una piedra arrojada poseyera conciencia proclamaría estar cayendo de motu proprio, pero advierto que Levrelli ya no conserva esa memoria proverbial que le permitía rememomar cada cita de oídas sub specie aeternitatis. Propongo los Ensayos de Montaigne, siquiera para reanimar su ánimo. Reímos al volver a pasar por el corazón (re-cordare, poer coeur, by heart) la crítica a las convenciones, el pañuelo con el que se preserva amantísimamente a las bacterias y estreptococos y advertimos en un pasaje que refiere al buen morir que Tzvetán Todorov tomó de aquí prestado su último título ("El jardín incompleto").
Tan linda es la cita que sugiero realizar una antología eutanásica, que comenzara por Epicuro y su idea de que allí donde estamos no está la muerte y allí donde está la muerte, no estamos nosotros. Levrelli deplora el Cabernet Sauvignón que le convidé (Azoteas, cosecha 1978), porque le impide traer mnémicamente a colación la cita de Voltaire que aquí parece homenajeada. Evoco a Martin Luther King quien dijo que si fuera el último día de su vida, igual cultivaría su jardín y no puedo evitar referir la otra cita, la del rabino que al ser sorprendido en la marcha en pro del igualitarismo negro declaró que estaba "rezando con los pies". Levrelli, visiblemente molesto, dice que más que un "auténtico aparato de citas" ya soy todo un "auténtico aparato". Promete traer mañana la fuente secreta de "La libertad es libre", me pide que por nada del mundo, ni por el aire, ni por la tierra ni por el fuego ni por el agua otorgue el lauro aún. Luego vomita abundosamente en mi sofacama ad nauseam.

7-4-81

Iracundo y desencajado Levrelli me toca el timbre a las cinco de la mañana para revelarme que se ha hecho extraer una muela cariada en razón de que "el dolor humano tolerable" (por no advertir la raigambre del plagio) "había sobrepasado la medida". Le cauterizo la encía con Farm X mientras me refiere cómo la policía lo detuvo a priori para pedirle documentos, pero que socráticamente se comió la cicuta doblada. Leemos por última vez "La libertad es libre" procurando descifrar el origen genésico del elocuente párrafo final: "Pero ¿qué cosa es la libertad?. Si nadie me lo pregunta, yo lo sé para entenderlo; pero, si quiero explicarlo a quien me lo pregunte, no lo sé para explicarlo".
Le digo que ya no tenemos el tiempo necesario para detectar al augusto plagiario o al acaso santo. Mientras con la pico de loro le efectúo la curación, al parecer toco un nervio y Levrelli no se ahorra puteadas y carajeadas: Exit saepe foras magnis ex aedibus ille, esse domini quem pertaesum est, subitoque reventat; quippe foris nihilo melius qui sentiat. Currit, agens manus, ad villam, esse praecipitanter, auxilium tectis quasi ferre ardentibus, pelotutis!.

(...)

2/04/1982

Paso a buscar a Levrelli para llevarlo a Plaza de Mayo a celebrar la reconquista del archipiélago austral y para que se oreé (estuvo enfrascado los últimos cinco meses con las Opera Polemica de la edición de Würzburger sobre la Stromata de Clemente de Alejandría que mi mujer le regaló para gastarle una broma el 28 de diciembre pasado). Me saca con cajas destempladas carpiendo y me compara tertio non sequitur con la simpatía por parte de Platón hacia el tirano de Siracusa. Recuerdo a Séneca para mis adentros y me vuelvo a mi casa a redactar para los Anales de la Aporía una nota que me pidieron sine qua non acerca del conejo Tarantini.

(...)

29/06/1982

Come en casa Levrelli.
Lo recibo como al "eterno candidato al Premio Nobel de Filosofía" explicando que estará sepulto seis metros bajo tierra antes de que extiendan el palmarés sueco a la disciplina madre de todas las ciencias e hija del asombro. Por toda respuesta orina en el paraguero dando cuenta de lo menguada de su vista después de las últimas hemorroides.
Cito una publicidad de pianos que utiliza una frase de Nietzsche ignorando su intención irónica: "Ohne Musik das Leben wäre ein Irrtum" [Sin música la vida sería un error]. Completa la cita en perfecto alemán Hochdeutsch de Erfurt y la traduce a risotadas "el alemán se figura que el buen Dios en persona toca la cornamusa" [cf. "El crepúsculo de los ídolos]. Esto lo entona y jocoso comienza a desgranar perlas de su bagaje simbólico contagiándome su amor a las etimologías y su entusiasmo (que, etimológicamente, significa "tener los dioses adentro"). Dice que leyó en no se qué manual filosófico que escribió "un opa a cuerda" que Platón aconsejaba fuertemente que ninguna de las preocupaciones humanas nos quite el sueño. "Sacado de contexto parece Dale Carnegie ¿te das cuen?. Como si Platón no se apresurase a encargarse de aclarar inequícova y explícitamente que nuestra mente debe ocuparse febril y angustiosamente de los temas suprasensibles"-me guiña un ojo. Le replico que también existe la errada creencia popular de que Sócrates murió estoica y abnegadamente, siendo la realidad que el inventor de la ignorancia sabia era un devoto creyente en la vida ultraterrena. Carraspea. Como no soy el único que lo ha homologado al esposo de Xantipa, atacar la figura emblemática con la que se consustancia idiosincráticamente es una evidente gaffe. Le solicito indulgencia haciendo una apología de la frase "es la excepción que confirma la regla". Me corrige, ofuscado, citando en latín de Juvenal el exceptio regula probat: la excepción pone a prueba la regla, popperiana y no porteñamente.
Para reanimarlo le propongo escribir en colaboración la historieta que me encargó el semanario Protágoras Ilustrado-el hombre es la medida de todas las cosas-referido al tamaño del falo. Le explico mi idea: usar las categorías kantianas innatas (duración, potencia, largor, anchura) como personajes didácticos que de manera propedéutica acerquen el saber al lego.
Sus glándulas salivares se activan notoriamente y comienza a balbucear que para el Obispo de Berkeley el falo sólo nos da toda su medida en la interacción con la cunnea (el coño, en lo posible no a secas) y me refresca aquella pregunta celebérrima (¿hay luz en la heladera cuando nadie la abre?).
Le contesto riendo que si tomásemos la filosofía del Obispo de Berkeley como verdadera base perceptiva deberíamos concluír que decir que mi garompa existe porque me la veo y la siento erectarse ya es incurrir en metafísica, lo más físico, lo que Schopenhauer considera la única representación intuitivamente pura de la voluntad, el propio cuerpo, desde su idealismo deviene lo menos inmanente del sistema solar. Reímos y llega Sofía, mi esposa, que tiene un radar para apercibir cualesquier alusión intramundana a la pija. Le digo que estábamos decidiendo si la noción de tamaño es lo que William James desde su Pragmatismo consideraría "verdadero" (por "útil"). Nos responde dualistamente que el tamaño es metafóricamente útil en la instancia primera de la generación del deseo, pero insignificante en la ulterior de la consumación ("como dijo Maitena: una vez que te calentaron, poco importa lo que te metan"). Le preguntamos si coincide con lo afirmado por Kant en la Estética referido al canto de las aves y salvando las distancias, al primoroso culo del David de Miguel Ángel. Se muestra ahora monista y a mi juicio en exceso racionalista (habida cuenta de que participo o creo participar de su experiencia mediante los sentidos) y declara que los gluteos musculosos sirven darwinianamente para garantizar un reempuje prodigioso por tracción trasera cuando el chongazo cincha como un yobaca desbocado removiendo el noúmeno hasta los riñones.

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31/02/1983

Come en casa Levrelli.
Discutimos acerca de la naturaleza del tiempo, perdiéndolo irreparablemente por espacio de tres horas. Mac Taggart no lo convence tanto como Kierkegaard y se niega de plano a discutir a los griegos "que eran tan animales que ignoraban el presente" (no le contesto que entonces serían poco animales, no hago el juego de palabras del "presente griego" a pesar de que Hegel no hace algo mejor con aquello de das Bekannte y lo erkannt ; he notado que la filosofía alemana no le place los días que comemos trucha-debo admitir que el malestar comenzó con mi pésima broma referida al pato-lógico ente heideggeriano y el hecho de que "pato" en alemán se diga "Ente").
Para reanimarlo le digo que una vez que sepamos qué es el tiempo sabremos qué es el espacio, según la categoría acuñada por el físico Einstein, el contínuo espaciotiempo. Me apostrofa anatemizadoramente recordándome su búsqueda de inmutabilidades, lo newtonianamente menos "relativas" posibles (no le digo que pocas cosas habrá más inmutables que su mal talante).

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12/03/1983

Come en casa Levrelli.
Zumbón se mofa de mis pesas y me recuerda que Robert Musil, el autor de Mann ohne Eigenschaften, murió haciendo gimnasia.
Le explico que el músculo es un ornato en nuestra era. Nada menos funcional ni necesario, siendo yo un intelectual en un país emergente y no un leñador canadiense. Lejos de su discurso condenatorio para con todo fisicalismo de sesgo biolocisista le aclaro que los triceps representan algo que contribuye en mi cónyuge a lo imaginario para decirlo con Lacán.
Da un respingo y saliva mi alfombra declarando que Lacán le chupó todo a Heidegger. Retruco que la vida íntima de los pensadores me importa menos que su obra-lo único que vive intrínsecamente en mí. Comienza su ditirámbica diatriba contra la prevalencia de la lengua en tanto que objeto en tanto que objeto que yo no quise conducirlo a aquel infinito debate otra vez.
Concede que la palabra tiene su importancia para organizar los conceptos y que la idea de que una imágen vale mil palabras sólo puede decirse con palabras. Le digo que decir que el lenguaje es pensamiento es como decir que los ladrillos que significaron la erección de esta casa son mi hogar. Fastidiado trata de dibujar con tiza su desaprobación pero como no adivino a Edmund Husserl ni a Ludwig Wittgenstein en sus desvaídos monigotes condesciende al habla: -En el principio (según el Génesis) era el verbo. Dios dijo Hágase la luz y la luz se hizo.
Murmuro: -¿Te diste cuenta cómo Voltaire y Diderot quisieron romper con el oscurantismo eclesiástico sin poder abandonar sus alegorías lumínicas?.
Hace un gesto, una caripela, [cf. el rostro en Levinás]el labio superior tensionado (como indicando elípticamente que me meta la lengua en el orto cuando él habla) y prosigue: -Ahora el cánon modélico de la interpretación que corteja la causa eficiente se centra en el lenguaje otra vez. Cada vez que coincide el catolicismo genocida con la ciencia occidental es para cagada. Pensá en la última coincidencia feliz: la química y la biología alborozadas sancionan el antiabortismo y certifican que al momento de la fecundación ya el fenómeno es una unión de partículas irrepetibles...¡como si no fuera asimismo irrepetible el ejemplar del diario de hoy con el que estoy limpiando el pizarrón!

(...)

20/11/ 1989

Come en casa Levrelli.

Me felicita por el cómic "El tamaño del tamaño". Dice que le parece muy pedagógico un recurso marxiano de alternar el órden de dos lexemas rectores (verbigracia: "debemos amar absolutamente la vida que lo es todo menos absoluta", mi recreación del apotegma de Feuerbach "quien teme la finitud, teme la vida").
Cito el "you are what you eat", en versión new age y le recuerdo el "Man ist was man isst" de Ludwig Feuerbach, uno es lo que come, en el sentido de que si comes papas sos pobre y si comés carne sos rico ("lomo para los cogotudos, cogote para los que se desloman").
Retribuye recordando el "Troya fue" de Virgilio en "La Eneida", ahora que los jóvenes usan esta expresión en boga "el muro de Berlín ya fue".
Le pregunto si acuerda con Fukuyama y el fin (en el sentido de final) de la historia, si coincide conmigo en que Feuerbach es la fuente secreta de Marx y Schopenhauer la de Freud.
Me aclara que rompió con Funes, aquel atento lazarillo que le consiguiera la venta del manuscrito original de "El vacilar de las bolas" para la empresa multinacional normanda. Que se encuentra deprimido y al borde de imitar a Pascal, a Pitágoras, a Jesucristo...
Tardo en comprender que me está diciendo que tiene fantasías de suicidio. Advierto recién hoy que nunca discutimos el tema de lo que los alemanes llaman "muerte libre" (Freitod).
Mi vacilación ante el memento mori lo devuelve a la abierta vigilia sin definitivos. Me pregunta cómo se puede considerar a Marx, id est, al sedicioso subversivo revolucionario terrorista como discípulo de Hegel, aquel acomodaticio oficialista que parangona el Estado poco menos que a lo Racional y lo Real.
Le explico que es discípulo metodológico, del mismo modo que el método de Schopenhauer de concederle tanto poder a la impersonal (ichlos) fuerza bruta involuntaria que llama irónicamente "la voluntad" (die Wille) permite a algunos reduccionistas considerarlo el maestro de Nietzsche.
Alega que Schopenhauer llega a una ética de la caridad, del olvido de sí, del desprendimiento y de la compasión, mientras que Nietzsche arriba a las antípodas: la supresión filantrópica de la piedad, la exaltación de lo que Zolá llama la animalidad.

[tomo nota mental de que si las conclusiones y no el método fueran la variable taxonómicamente clasificatoria, habría que hablar de Immanuel Kant el escéptico brillante de la Crítica de la razón pura que invierte el órden ptolomeico y descorre el velo acerca del modo en que imponemos reglas al mundo que creemos limitarnos a mirar vouyeristas y de Reneé Descartes el genial crítico metódico de todo axioma, inclusive la distinción entre lo onírico y lo lúcido...y diferenciarlos de Immanuel Kant el chupacirios retrógrado insufrible que devuelve del Deicidio toda la nefasta mentira cegadora y de Renée Descartes que tras elevarse a las cumbres de la desenfadada soltura vuelve a atarnos servilmente al primer motor de San Anselmo]

Percibo en mi querido Levrelli el habitual y obcecado, tozudo y perseverante, cerril y obturador odio a Nietzsche posiblemente motivado por su crítica al maestro de Platón ("más que el Anticristo, ese falso machista enamorado de la dominatrix Lou Salomé es el Antisócrates" le anoté decir en la interview de Radio Aletheia).
["Nietzsche es el padre de esta mierda que somos ahora y que se llama posmodernidad" fue el concepto vertido antaño en la otrora imperdible Paideia News]

Para distraerlo le pregunto si no cree que Descartes ya no refutaría el empirismo demostrando ilusiones ópticas, sino más bien, ilusiones verbales, como por ejemplo el propio chiste estúpido al que no podemos resistirnos de que sus obras son remanentes, sobrantes y descartes
[en inglés la mofa lo homologa por similitud fónica a "las cartas"=the cards].

Me contesta que si Descartes tuviera que sufrir nuestra catástrofe espiritual no creería que un demonio tal vez lo engañase y que la realidad no fuera real: diría que es un genio maléfico e infernal si NO lo está engañando y esta endémica falta de inquietudes intelectuales es la realidad.
Bromeo para aligerar sus sentencias apocalípticas, su amargura porque Gastón sigue sin llamarlo (¿le molestaría el vacío de valores, la permanencia de la carga crítica hacia el capitalismo salvaje ante el colapso de la utopía que lo motivó, el hecho de que la crítica de la razón venga cada día menos pura si pudiera revolcarse con su resplandeciente Adonis?).
Le digo que después de los cincuenta levantar la energuménica instrumentalización hebdomaria del espíritu para hacerle los honores a la pareja ya se reduce a "la voluntad de poder" y que la política argentina corrobora en razón de la corruptela aquello del "eterno retorno". Rié con ganas y tal ímpetu que se ve impelido a lanzar una sonora flatulencia que exhuda metano y óxido nitroso.

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