Juego de manos, juego de villanos


 "Manos que oran", hecho siguiendo la técnica italiana de dibujar con tinta sobre un papel azul hecho por él mismo es una de las imágenes más icónicas de Alberto Durero-junto a la liebre, en cuyo rabillo del ojo advertimos, como en los retratos humanos el reflejo de una ventana-.

Pero ¿lo había sido siempre?¿fue famosa en su época?¿conoció Warhol la verdadera historia?
Lo que cimentó la decisiva fama de las manos es que se las destacara aparte.
Decisión que no tomó el artista: las manos pertenecían a un cuadro grande donde estaba la cara de quien oraba.
Pero el primer director del museo Albertina en Viena, el francés Lefevre, haría algo muy noble para contribuir a que se justipreciara la perfección del realismo melancólico: robó 300 cuadros de Durero y para que no se note demasiado, partió en dos o en más partes algunas de las láminas y grabados de la colección del Duque Alberto.
Seguramente a la manera del poema "Leyenda del surgimiento del Tao Te King durante el camino al exilio de Lao Tsé", Brecht nos recordaría: todos conocemos el nombre del gran pintor cuyas iniciales saltan a la vista, pero no hay genio individual elevado sin ayuda del hombre de pie, del anónimo que lo ayuda. Recordemos al director del museo chorizo, gracias a lo que quedó en sus manos y debió disimular: sin sus desfalcos no veríamos estas manos, hasta que nos duelan las manos, aplaudamos, aplaudamos....

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