Terapia alternativa: cuando no cambia la actriz pero sí el género



 Carla Perteson carga sobre sus hombros con una situación insólita: darle vida a una falsa terapeuta en una comedia llena de pimienta, intervenciones nada psicoanalíticas, incorrección política y frescura cuando el capítulo lo escriben Cohn y Duprat y sin siquiera cambiar de maquillaje darle muerte a esa terapeuta desternillante y darle vida a otra  completamente distinta cuando el capítulo lo escribe Ana Katz: se trata del desafío de encarnar a una terapeuta verdadera entrando en las problemáticas de dejar ir a los muertos queridos, afrontar las realidades del cuerpo, sobrellevar el lento paso indetenible del tiempo, un cariz oscuro de una densidad emocional más comprometida con el corazón, haciéndose cargo de que la carne es débil con la carnadura de que la carne, vejez o respectivas calenturas mediante, se va poniendo dura.  

Es como si el pasaje de la naturaleza a la cultura que para Levy Strauss es el incesto y para los cinéfilos es el pasaje de Sean Connery a Roger Moore ya no fuera el trauma de que tiene otro rostro el arquetipo. Más bien es como si se quedase Sean Connery pero ahora ya no se dedica más a ser agente secreto para la inteligencia inglesa, sino a la ornitología. No nos quedamos sin viajes, los amantes de Bond, pero serán ya no para persecuciones increíbles, desbaratar conspiraciones y salvar al planeta, sino para entender que el pájaro carpintero tiene un músuculo antes del cerebro que le amortigua los golpes que le da a la rama para que salga la familia de gusanos cariacontecida a "salvarse". Ya no vemos un Aston Martin sino un jote cabeza negra. Nos consagramos a la diferenciación de plumas cuando la serie cambia de pluma. 

Así de abismal es la diferencia, porque la comedia de Cohn y Duprat, como puede apreciarse con una beluga pudriéndose como exhibición en un museo o como puede saborearse en "El encargado" está llena de oscuridad y la dimensión del dolor y la injusticia. Pero el paradigma es otro. Con los capítulos de terapia "verdadera", la observación costumbrista vuelca decididamente todo en dirección al género dramático por más que las resoluciones sean felices como en la comedia americana, como en el antecedente "In therapy" que empezó en Israel. La tesitura de un espesor emocional tan diferenciado está dada por el ritmo, por la escucha sin provocación, y porque afloran tristezas y dolencias genuinas que le resultan harto tangibles al espectador que esperanzaba antes bien que lo palpable sea la piel de la China Suárez.

Antes las preguntas que nos hace la vida y que no hay quien no las aplace, Victor Laplace brilla en su insight emotivo, Griselda Siciliani conmueve desde su personaje de Serena y su "trieja" y lo que era burlón y rabiosamente anárquico da lugar al desamparo y poner en cuestión el amor que es vasallaje, cuando el personaje de Amadeo dice que se dirige a nuestor punto G, vas allá G.

No hay nadie que actúe mal, pero hay destacadísimas actuaciones. Y descubrimos que estando James Bond en un Parque Nacional, un halcón es agente secreto, una paloma envía mensajes para la CIA, una lechuza es espía y que por más que se diga que esta terapeuta no se recibió, un país atravesado por el psicoanálisis en casi cada encuadre-piénsese en la explicación de los goles de Botafogo que da Diego Latorre-puede prescindir del título pero no de la sesión verdadera. 

El asistente tucumano permitiría un desarrollo de la dupla de terapeutas chantas que en manos de un equipo decididamente humorístico podrían criticar el universo PSI con desparpajo y emular el giro copernicano que supuso el Padre Brown contra los detectives restauradores del orden que trabajan para la justicia. Una terapeuta alternativa que en razón de su curiosidad avance pero no para resolver eficazmente la situación de los vínculos, de los temores, de los estancamientos, sino como enriquecimiento intelectual suyo.

Y algo del escandaloso borde narcisista mediático hay con el programa de televisión de Graciela Borges, previamente bien secundado por Malena Pichot.

Con Melinda Melinda, Woody Allen postuló que una misma historia puede entramarse como comedia o como tragedia,  si bien, no contó la misma historia, ya que la Melinda trágica no puede ver a sus hijos y la cómica ni siquiera los tiene. 

"Terapia Alternativa", sin proponérselo, nos muestra a una Selva, la desopilante y descocada cuando el libro es de la dupla del momento y otra juiciosa, constructiva, desprendida y desasosegada desde la mirada femenina más compenetrada. Sería una tragedia que les haya salido una serie tan rica en matices si no se lo habían propuesto. O ahora que lo pienso, resulta más bien cómico... 

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