La niñez ya no es lo que nunca había sido


 Le doy clases de alemán a una nena de diez años que vive en Miami.

Divina.
Asocia las similitudes de las palabras con las inglesas. Quiere aprender los colores empezando por su favorito, el violeta. Le digo que es genial, que el violeta inaugura la civilización porque los caracoles carnívoros de la isla de Creta que permitían teñir de púrpura las telas, enriquecieron al rey Minos y erigieron la primera cultura y el Palacio de Knossos.
Me dice que cómo puede ser que su maestra no le enseñó eso. Después para aprender el verde le cuento cómo los vikingos llamaron "Verdelandia" a un país que es puro hielo e "Islandia" a uno realmente verde para engañar a quienes les dieron a elegir con qué territorio quedarse.
Aprendemos con la canción "rojo, rojo es todo lo que quiero, rojo, rojo es todo lo que sé, tanto me gusta y amo al color rojo porque mi marido...un bombero es...o un jinete es...o hincha del rey de Copas es...o comunista empobrecedor es".
Salen bien el blanco con panadero y el azul con marinero pero pésimo el negro con un matrimonio improcedente con un cura.
Para aprenderse la pronunciación de la "ö" me dice que es como cuando le pegan a un futbolista y la hinchada exclama "ö". Esto da pie a hablar de Messi, que según ella no debió seguir después del tobillo hinchado, algunos creen que es mejor Ronaldo o Neymar. Le digo que en Argentina es tabú sugerir que puede haber otro mejor que no sea argentino y que la polémica aquí es con Maradona.
Entonces me dice que Maradona no se cuidó en absoluto en su consumo, que por eso se murió, que eso se lo explicó su mamá de manera muy clara.
La niña es tan inocente y tan niña que tiemblo y me pregunto qué le explicó la mamá.
La niña me revela: Maradona comió muchas muchas pero muchas hamburguesas, por eso se murió.
Sonrío y le digo que en efecto, Maradona comió muchas muchas hamburguesas y respiro aliviado de que podamos los adultos poner un velo que oculte todo lo oscuro y pesadillesco de la vida para proteger a los chiquitos.
Acto seguido me dice que el otro día en MacDonnald's murió un pibe por comer una hamburguesa que vino cruda, porque hay unas bacterias, brain germs que te comen la cabeza.
Suspiro resignado: no podemos ocultarle los horrores a los niños pero porque los niños ya tienen los horrores desde que nacen. Los cuentos de hadas son para conducir el bien, para matar al dragón, para enseñar que la maldad paga su castigo, pero ni Rousseau puede decir que sus padres le impusieron gárgolas y gigantes malvados, o asesinos invisibles agazapados en una deliciosa hamburguesa.
Se ríe mucho del chiste "-my dog has no nose...
-how does he smell?
-terrible"
y me dice que se lo tiene que contar a su mamá que se va a matar de risa. Como es capaz de armar patrones le digo que esos chistes son posibles con verbos a la vez activos y pasivos, como el de que el chocolate no engorda, el que engorda es el que lo come. Me aclara que es muy ingenioso este comentario pero no mueve a la menor hilaridad.
Tan distintas las nenas a los nenes a esta edad. Tengo un alumnito de ocho que ve una salchicha en su libro de alemán y me pregunta por qué ponen la foto de un sorongo.
Cuando uno espera disfrazado de mago y leyendo "Cenicienta" que los niños sean niños, se encuentra con seres dogmáticos, desinhibidos, con el mundo en sus manos, que reproducen dichos de adultos y prefieren decir seriamente que "cagamos a pedos al mozo que nos trajo la hamburguesa cruda porque la hambrugusa no es un bife, cada carne picada tiene que ser cocinada" a "mi perrito quiere viajar en alfombra voladora hasta el Polo Norte para conocer a Santa". O prefieren decir "cuando estuve en Austria me daban una torta con crema por minuto y salimos rodando".
El reino encantado de la fantasía es una atribución con la que la sociedad "corrompe" la crudeza infantil hasta que los hacemos reproducir bobadas inocentes.
Solo por la impotencia y minusvalía física les atribuimos a estos monos con navaja bondad e idealismo.
Si supieran hacer la bomba atómica comprenderíamos cómo son realmente los niños a pesar de cómo terminamos convenciéndolos de que tienen que ser...nuestra nostálgica romantificación falaz...

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