Citas Barcelona: a paladear el pito catalán
"Mimi", la malhumorada "novia cadáver", la hermosa Manuela Vellez, cuya cara parece haber sido diseñada para realzar la perfección de su boca, recibe una "devolución", una crítica, un puntaje Michelin tras su primer experiencia conociendo a un hombre a través de Tinder y se entera indignada de que besa fatal. No solo Tinder impone sus nuevas condiciones a las emociones, no solo ese modo de producción condiciona a nuestro espíritu: la encuesta de satisfacción permea nuestras vidas.
En esta Aufhebung hegeliana que completa la tríada tras las dos temporadas extensas de Cites-la catalana serie televisiva de Antena 3 que empezó copiando a la británica "Dates", "Citas Barcelona" en Amazon Prime se permite una frescura mayor sin duda por la naturalidad de las actuaciones-el elenco es excelente-y lo que el productor también de "Merlí" tomó de Richard Lineker, dejando que en los ensayos los personajes exploren diversas aristas hasta definir la mejor secuencia.
Queda clara la intención primera: a feel good serie, una comedia romántica, una "romcom", un producto que haga olvidar a la gente las horribles noticias políticas, económicas y bélicas: que no se pierda la diversión, la gracia, el salero, el costado cómico que siempre anestesia el sentimentalismo.
De modo que la inevitable exploración de lugares comunes en un lugar común, Barcelona, se ve aligerada de su previsibilidad inevitable: todos queremos entregarnos a la ilusión del amor y que termine ineluctablemente bien. Si en "Duro de matar", Bruce Willis tiene un misil nuclear a punto de estallar que le han introducido en el recto, sabemos que se va a salvar-para que haya secuelas, en el sentido de próximas películas, no en el de que si estalla el misil probablemente deje secuelas. Nos gusta ver cómo hace para liberarse, nos gusta compartir con él la tensión, purgar la adrenalina, aunque no creemos que si realmente tuvieramos nosotros un misil podríamos solucionar el inconveniente tal como lo vemos en la pantalla.
Distinta es la previsibilidad del género romántico que funciona a la manera de una educación sentimental. Especialmente en las nuevas series guionadas por mujeres, que instituyen un nuevo tipo de galán sensible, empático, considerado, que escucha y entiende con amplitud el espectro de variabilidad del ánimo, mostrando la evolución actual de las nuevas masculinidades y también el nuevo arquetipo perfecto.
Un hombre perfecto nuevo que ya va a empezar a existir en la realidad, dado que si el cine nos enseñó a ser recios como Bogart, secos como John Wayne o neuróticos como Woody, nos llevará su tiempo pero nos van a sacar buenos. Oscar Wilde decía que la Naturaleza se repite siempre a sí misma, la misma rosa roja en tiempos de Cleopatra y ahora, a Sócrates lo cagó la misma paloma que te arruinó tu coche anoche: es el arte el que inventa nuevos moldes. Y con la evolución de las prácticas sexoafectivas contemporáneas, esta serie muestra que podemos alcanzar lo que cuando lo dijo Samuel Goldwin a sus productores parecía otra demostración de su idiotez mental: -¡tenemos que crear nuevos clishés!.
Aquí aparece el nuevo clishé de la mujer emponderada que se liberó del mandato de tener una pareja monotonogámica, entre muchos otros que no voy a spoilear: el clishé goza de mala fama cuando se busca originalidad, pero si lo que se busca es lo originario y no lo original, el enamoramiento, esa enfermedad mental, no ha cambiado tanto como las rosas-que ahora pueden venir sin espinas.
Muchas verdades de noticiero se le cuelan a pesar de la intención primera al elenco: muchas realidades del funcionamiento de nuestro corazón. Es glorioso el beso en la boca bien dado con la persona adecuada, sí, pero la distancia entre frenesí sexual y ternura-que para Freud, marxianamente es la segunda el subproducto del sutrato material que es el primero, el problema de los celos y de la imputación de celos, la problemática ya tratada por Wittgenstein de que no puede ser que la palabra "infidelidad" se aplique al mismo tiempo a algo tan íntimamente ultrajante como descubir que mi compañera traiciona la confianza más sagrada y tira por la borda la contrucción de nuestro universo compartido, dos únicas subjetividades irrepetibles oficiándonos de recíproca memoria viviente y a algo tan deleitable como una escapadita a revolcarme con la secretaria que está a punto caramelo y no sabés lo que es en la cama.
El amor en su crudeza es violento, hemos romantíficado lo romántico tanto como habíamos politizado la política y Trump y Milei nos sacaron del error. En esta serie se ve la realidad más oscura del anhelo cariñoso in extremis: el vacío, la dependencia, la ansiedad. Se ve también lo que enseña "el cepo de la amistad" (una especie de esposas que se usaban para que dos borrachos que protagonizaron una pelea, solo puedan salir de la cárcel una vez que se reconciliaron): contra las metafísicas indagaciones genealógicas, contra los doce determinismos del horóscopo, contra las teorías sociológicas que unen en iglesias neworkinas a polacos con italianas en virtud del común catolicismo, no vemos restricción para las flechas de Cupido, todas pueden ser nuestras hetarias salvo por la trama etaria: y más que cualquiera, el que más me ha herido, el que me ha llenado de odio.
No es una serie como para que la entiendan matemáticos. Las pasiones no serían pasiones si no exageraran.
En un mundo en el que el individualismo se cultiva con mayor libertad que nunca pero con la justicia que se tenga a mano, el lazo amatorio cambia de valoraciones y subtitulados concomitantes pero no de biología: el accidental diseño darwiniano de que el instinto de supervivencia encuentre a su némesis en el instinto de reproducción perdura ancestralmente y accedemos al autosacrificio por lo trascendente, aun cuando ya nos hemos quedado sin trascendencias.
Disfrutar de españolismos paisajísticos y expresivos no es privarnos de una universal fraternidad con la que indentificarnos. Todos hemos sufrido este placer, todos hemos sido heridos de belleza, todos hemos recibido el deseo de dar
Comentarios
Publicar un comentario