No sabemos si hay vida o no en otros planetas, pero sabemos, sí, que están más evolucionados que nosotros







 Tras una preparación de un año e incluyendo una grabación de los sonidos de su hijito, Carl Sagan y el equipo al que comandaba tuvo listo en 1977 el disco dorado que recorrerá el trayecto más alejado de nuestra galaxia como una botella arrojada al mar en la esperanza de que alienígenas descubran la preciosa información visual y sonora, respecto de cómo es la humanidad.

Si pensamos que la humanidad en 2025 no podría prácticamente más que en algunas regiones sin tecnología aggiornada escuchar un puto CD, cuesta comprender la desproporción entre lo sideral de la meta (alcanzar en el espacio exterior más distante la decodificación por parte de formas de vida inimaginadas y desconocidas) y lo pueblerino y atado a nuestro ombligo del contenido.
No me refiero a aspectos que hoy estarían cancelados aunque parecían universales y cosmopolitas: la forma biológica de los dos sexos, el varón y la mujer.
Se incluyeron numerosos idiomas, pero todos ellos bajo la misma óptica de lo que rige un alfabeto. Se incluyeron diversos géneros musicales pero todos ellos bajo la misma óptica de lo que es el acústico aprecio por los armoniosos intervalos.
Es como si yo fuera a visitar por primera vez a un hipopótamo y para asegurarme de satisfacer exhaustivamente cualquier posibilidad de ingesta que tenga me asegure de llevarle un cuarto de helado de menta granizada, un cuarto de helado de chocolate con almendras un cuarto de helado incluso de pistaccio.
La historia de la humanidad se ha caracterizado por el más mínimo posible de exogamia y el máximo de etnocentrismo.
Voy a recordar ahora algunas referencias insólitas a alienígenas haciendo las veces de figura tutelar.
En todas ellas, el extraterrestre posee una cabal comprensión del humano, es invariablemente más adelantado, es una autoridad.
Recordemos un estadío de la construcción de aptitudes mentales que los niños pequeños no tienen: se trata de la denominada "teoría de la mente". A partir de los seis años un niño descubre que todo lo que él sabe no necesariamente pasa a saberlo automáticamente el resto de la humanidad. Aprende que puede ocultar cosas. Antes de enterarse de esto, es como un luterano que se considera una exterioridad ante el ojo de Dios que todo lo penetra. No puede concebir que otro niño ignore que los sapos no tienen dientes dado que él lo aprendió. Hay adultos que tampoco pueden concebir que no conozcamos a cierto cantante de moda. Desde estas anteojeras y proyecciones de lo conocido es que urdimos nuestra concepción de lo que es el alienígena.
Hay un temprano discurso de Hitler en el que dice que Alemania está toda patas para arriba y que si un habitante de la luna la viera, no la reconocería.
Hay tanto que sentir en torno a Hitler, que no da mucho lugar a detenerse en ese inesperado selenita. Veamos otros ejemplos: el de Dawkins, ateo militante, que asegura que un alienígena nos preguntaría si hemos descubierto ya la evolución y el de Umberto Eco admirando no como creyente, sino como narrador el relato religioso del cristianismo (me gustó mucho una de sus frases "es verdad que no creo en Dios, pero sí creo en la religión").
Antes, la graciosa descripción de esta clase de intrascendentes ataques a la inmanencia perpetrada por la filosa ironía de Borges:
Martes 12 de junio de 1956. Conversación telefónica con Borges. Giusti le dijo: "Lástima las ejecuciones. Quién sabe lo que van a pensar en México". Borges comenta "Es la interpretación escénica de la Historia. Qué importa lo que piensen en México. Hay que hacer lo que es justo hacer. (página 168, del "Borges" de Bioy Casares, Buenos Aires, Destino 2006)
Why are people?
Intelligent life on a planet comes of age when it first works out the reason for its own existence. If superior creatures from space ever visit earth, the first question they will ask, in order to assess the level of our civilization, is: "Have they discover evolution yet?".
[The selfish gene, Richar Dawkins, Oxford University Press, 1989]
(...)Este hombre, para hallar el coraje de aguardar la muerte, se convertiría necesariamente en un animal religioso y aspiraría a elaborar narraciones capaces de proporcionarle una explicación y un modelo, una imagen ejemplar. Y entre las muchas que es capaz de elaborar, algunas fulgurantes, otras terribles, otras patéticamente consolatorias, al llegar a la plenitud de los tiempos, tiene en determinado momento la fuerza religiosa, moral y poética de concebir el modelo de Cristo, del amor universal, del perdón de los enemigos, de la vida ofrecida en holocausto para la salvación de los demás. Si yo fuera un viajero proveniente de lejanas galaxias y me topara con una especie que ha sido capaz de proponerse tal modelo, admiraría subyugado tamaña energía teogónica y consideraría a esta especie miserable e infame, que tantos horrores ha cometido, redimida solo por el hecho de haber sido capaz de desear y creer que todo eso fuera la verdad.
[Umberto Eco, In cosa crede chi non crede? Atlantide Editorial, 1996]
En la conversación entre Lenin y H.G.Wells recurrió la noción de que el extraterrestre se va a encontrar en la misma Rueda determinista de la Historia definida en continuidad parcial con Hegel por Marx (baste contrastar para sentir palpablemente la diferencia qué representó para cada uno la figura de Napoleón). Lenin había leído "La Guerra de los Mundos" inspirada en "Desde dos planetas" de Kurt Lasswitz y protestó: violentos y chauvinistas no pueden ser los habitantes de otros planetas, dado que se encuentran en un período evolutivo superior.
Es decir que no solo sufrimos de la cortedad mental de no poder imaginar demasiado lejos de humanos lo más mejorcitos posibles a los extraterrestres dotados de una superioridad en la que media la distancia que hay entre el niño y el adulto. Por añadidura, estos seres superiores que serán verdes pero con dos ojos-dado que ahora que podríamos hacer humanos sin apéndices, amígdalas ni muelas de juicio no nos atrevemos a alterar el modelo sapiens sapiens cristalizado como si no se hubiera llegado a él por medio de sucesivas adaptaciones y transformaciones-, estos seres atados al modelo anatómico standart que por ser el que conocemos reeditamos en la representación cósmica, no pueden ser ni siquiera algo que también vemos a diario y con mayor asiduidad: bastante idiotas.
El extraterrestre concebido por Carl Sagan va a poder escuchar a Chuck Berry en una galaxia alejada a 14 años luz, pero el norteamericano todavía hoy no ha podido descifrar los textos escritos por la cultura minoica.
En defensa de Wells, que escribió muy diferenciadamente sus ensayos de su ficción, a tal punto que Julio Verne se indignaba (¡él miente!), tenemos que responderle al fantasma de Lenin-que en la misma buena lógica nos está oyendo y entiende castellano-que el arte requiere el conflicto, el nudo y el desenlace y que unos extraterrestres hare krishnas conformarían una novela soporífera que nos nos conformaría.

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