Edgar Degas, el impresionista renegado


 

Incluir a Edgar Degas como impresionista sería negar su especificidad, su formación clásica, su profunda aversión al amor al escándalo de los impresionistas con los que pudo exhibir sus obras y pagar las deudas de su hermano.
Cuando tuvo dinero compró obras admiradas: japonesas, de Van Gogh, del El Greco, de Gaugin, de Pisarro y de Manet. Ni una de Monet. No admiraba en absoluto el paisajismo.
La bailarina que esculpe en la foto que puede verse aquí arriba, tiene catorce años y hace un gesto que no pertenece a movimiento alguno del ballet: simplemente eleva el mentón porque está orgullosísima de su cabellera y quiere que se luzca mejor.
Degas es famoso por sus colores pastel específicos, el rosa en particular. Su formación clásica resulta fascinante por su desvío no del todo heterodoxo: recrea y aprende pintando partes, tan solo partes de obras clásicas: por lo general partes periféricas. Como si intuyera lo que un golpe de azar hizo con "Manos que rezan" de Alberto Durero: eran manos visibles junto a un rostro, pero el primer director de la muestra robó un grupo importante de cuadros del maestro del grabado de Nürnberg y para disimular decidió cortar sencillamente los cuadros que dejaba al mundo y distribuirlos en el museo. Ese cuadro, las manos unidas en una plegaria, ahora recortadas en un plano único, en un close-up, son célebres y celebradas: Andy Warhol pidió que en su tumba haya una reproducción en miniatura.
Si hubiera que emparentar a Degas con un sistema filosófico sería el del Obispo de Berkeley. Su deseo de percibir desde otro punto de vista da a la historia de la pintura una completud profundamente enriquecedora.
Es famoso por sus bailarinas, pero había comenzado con grandes cuadros familiares, Los jóvenes espartanos y La hija de Jepthah.
Renegó de la técnica de la mancha y el color, experimentó con el grabado, el linotipo y se fascinó con la fotografía-podemos ver aquí una suya donde Auguste Renoir habla con Stephane Mallarmé.
Es el padre abandónico del impresionismo, reniega todo parecido: el impresionismo es improvisación y su obra es preparación minuciosa.
Dos cuadros suyos, especialmente "En el Bourse" lo confirman como impenitente antisemita. Contemporáneo al caso Dreifuss que convertiría a Emile Zolá en héroe estridente y en héroe silencioso a Marcel Proust, Degas, sin por supuesto llegar a las cámaras homónimas, estuvo rotundamente en contra de los judíos, rompió relaciones con todos los amigos y conocidos judíos y realizó suficientes caricaturas y declaraciones como para que en Israel lo consideren peor que Wagner.

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