James Stewart y Cary Grant
Nadie elige su propio nombre, salvo el Papa o una estrella de cine. A punto tal que un actor que se llamó verdaderamente "James Stewart" tuvo que pasar a llamarse "Stewart Granger" porque su verdadero nombre fue el nombre artístico de un fundacional galán que inició el star-system al pedir no dinero por su actuación sino un porcentaje de las ganancias.
Nadie no ama a James Stewart porque sus interpretaciones tienen a la vez la cuota de carisma y charme que ninguno tenemos y la dosis de universal inocencia, timidez y rectitud con la que -al menos de niños-todos nos hemos rozado.
Sus comienzos son bien pajueranos, bien provincianos. De no ser por Henry Fonda, la carrera de Stewart no habría despegado y aún con su inestimable ayuda y la de su mujer, Margaret Sullivan, de la que se enamoró con caballeresca sutileza, tardó en lograrlo.
Amado por Lubitsch, por Hitchcock, por Billy Wilder, mis tres directores favoritos, me resulta difícil no hablar de él con reverente adoración.
Cary Grant, por otro lado, se convirtió en un aristocrático modelo de distinción solo por la agradecible calentura de Mae West, que se limitó a verlo caminar a través de una ventana mientras era un figurín muerto de hambre y le enseñó a vestirse, modales y a ser sexy sin haber nacido sexy, talento que tuvo Mae mucho más que nadie.
Hitchcock decía que si hacía la película con Cary Grant, salía cómica. No es que el público se identificara menos que con James Stewart. Pero si la hacía con James Steart había una dimensión honda que involucraba la integridad ética de la chispa de divinidad y vulnerabilidad del norteamericano moralista e idealista medio.
Billy Wilder nunca logró contratarlo. Se resignó a Gary Cooper aún anciano para hacer de un galán similar, aunque lo veía medio boludazo, medio buenudo, medio aparato como se podía juzgar en algún tiempo a Tom Cruise, hecho de la madera de los sueños.
Hay una falta de solemnidad en todo momento encantadora en Archie Leach, es decir en Cary Grant, que vuelve sublimes las escenas más conmovedoras. Su negligente desdén ante el drama hace que su emoción contenida nos obligue a reponer el llanto y nos permita no solo reír más sino llorar mejor.
Pero la humanidad no siempre quiere al dios Abraxas ni un suceder que reconcilia aparentes contrarios hegelianos.
Ambos actores son igual de grandes en el Parnaso del amanecer de la máquina de sueños.
Conviene destacar entonces que ambos parten de muy bajos orígenes. De barrios prácticamente pobres. Nos enseñaron a ser la majestad de la más elevada hombría no reyes o duques, sino chicos que comían salteado.
James Stewart no nació tampoco en una villla, no exageremos. Pudo haber sido un brillante arquitecto, como Joseph Losey o Akira Kurosawa.
Cary Grant, más como Gardel, tuvo un turbio pasado en el que se vio forzado a realizar pillerías de las que nadie quiere acordarse.
El Capra de James Stewart sale como una película que vemos cuando queremos suicidarnos y recordamos que un ángel, nuestro propio instinto de conservación, nos viene a recordar que la vida merece ser vivida siempre, "Qué bello es vivir". El Frank Capra cuando actúa Cary Grant es "Arsénico y encaje antiguo" donde eclipsa a Peter Lorre y nos resulta mejor comediante que Peter Seller, con quien compartió el haberle ofrecido casamiento a Sofia Loren.
Wilder hizo su film sobre aviación con Stewart, a quien más tarde paragonaría a Jack Lemmon en el sentido de garantizar que todos los espectadores le entreguemos nuestro yo.
La mejor película romántica jamás filmada la hizo Grant, An affaire to remember, en la segunda versión del propio Leo MacCarey, que había hecho su versión británica en blanco y negro evidenciando que puso su corazón en ello.
Cuando Nora Ephron homenajea esta cinta en "Sleeples in Seattle" usa a Tom Hanks, que había hecho mucho humor pero mostró, especialmente a Spielberg, cómo sabe hacernos llorar.
Y cuando Nora Ephron homenajeó "La tienda de la esquina", el mejor Lubitsch, con "You have got mail" usó a la misma pareja, solo que esta vez Hanks hacía el papel de Grant y no de Stewart.
Habría que conservar la congruencia de las diferencias entre estos colosos, trayendo su "When Harry met Sally", basado en Robert, el hijo del compañero de vida de Mel Brooks, el hijo de Carl Reiner, con el actor que solo es James Stewart en el film de Woody "Deconstruyendo a Harry", Bill Crystal.
Que logra hacernos llorar en "El cómico de la familia".
Creo que podríamos resumirlo diciendo que si hubiera un ideal que Dios no concediera, sería preferiblemente ser hijos de James Stewart y padres orgullosos de Cary Grant y no viceversa. Porque siendo hijos de Cary Grant no tendríamos James Stewarts de retoños: serían más jodones y menos santurrones.
Y sentimos que el aprendizaje y la evolución van en el camino de abrazar a toda hora la dimensión humorística.
Hay mil cosas que tanto James Stewart como Cary Grant podían hacer y podías contratar a uno si no conseguías al otro. Algunas pocas no podía hacer Cary y sí solo James. Muchísimas no podía hacer James y sí solo Cary...
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