La filosofía y el nazismo
Michel Onfray escribio un libro aprovechándose de que Eichmann aseguró en su juicio en Jerusalem, comentado por Hannah Arendt y Hans Magnus Enzesberger que actuó movido por el imperativo categórico kantiano. Ergo: Kant era nazi.
Slajov Zizek advierte con horror que se arengó con premisas budísticas a los soldados a matar judíos porque son "irreales", son "ilusiones de los sentidos": su conclusión es que es culpable el budismo de una neutralidad política que puede ser intrumentalizada por el horror.
De modo algo más elaborado, Adorno en la "Dialéctica del Iluminismo" ataca también a Kant: escindir la razón de los valores tradicionales y las emociones conduce a Auschwitz.
Sabemos que Elfride, hermana de Friedrich, mutiló la obra de Nietzsche para borrar sus elogios a los judíos, sus ataques a los alemanes, para hacer que la filantrópica supresión de la caridad se homologue al nazismo.
Heidegger, al asumir el rectorado de Friburgo, miembro del partido nacionalsocialista, vio en Hitler, además de hermosas manos, un retorno a valores ecologistas contrarios a la tecnocracia.
Es interesante advertir que así como el cáncer es el Tártaro de las enfermedad, justo cuando la teología no importaba nada y el problema clásico del Mal dejó de interesar a la filosofía, el nazismo trajo el nuevo interrogante de cómo fue posible el genocidio inteligentemente eficaz, cómo es inteligente asesinar.
Lo que le pidieron a Leibnitz que justifique en su "Theodiceé", el Mal, volvió a ser pensado. Arendt con su noción de la "Banalidad del Mal"descubre la posibilidad de un aprendiz de hechicero, para tratar de traer algo de Disney, de un energuménico prepotente por imbécil, por seguidor burocrático de slogans, por permeable a un impermeable y tolerante a un intolerante.
Hitler fue increíblemente bruto. En Alemania está prohibido leerlo pero aquí, no. Sus ideas son monocausales, resentidas y profundamente ignorantes.
Su eficacia es una Shoá aparte.
Los filósofos han elucubrado sistemas abstrusos y complejos para salvar, no a Hitler, sino a la humanidad, de la indignidad de ser reducidos a masas que son pastoreadas por un paranoico herido.
Que ningún gran filósofo haya dado con la llave para explicar a Hitler se debe a que lo explica lo más craso de lo más burdo de lo más vulgar de nuestra identidad.
No nos resignamos a esta lección.
Tuvo que haber algo sofisticado...
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