Macho es el que prueba de ver esta serie y no le gusta...


 Tras el gran éxito de "Machos Alfa", de factura española con guión claramente improvisado sobre la marcha a la manera de Mike Nichols, Netflix consideró pertinente renovar el público de este nuevo clásico y hacer "Gallitos", la versión holandesa y "Super machos", la francesa.

Desde el miércoles pueden verse también los episodos italianos ambientados en Roma. Le han pagado a cuatro guionistas italianos para adaptarla y yo creo que hay que sacarse el sombrero ante la constatación de que no cambiaron una sola coma.
Nadie que haya visto los episodios de un idioma ve algo nuevo en el otro, salvo los actores, nos sentimos verdaderamente con un deja vu políglota.
Cabe preguntarse a cuánto llegará la especialización. Si pronto habrá la versión de Laferrere compitiendo con la de Olavarría.
Es un buen método para aprender idiomas, dado lo ágil de la trama y que todo lo que las críticas le critican (que el mensaje parece ser progre pero coquetea con ser seducido por discursos de dinosaurios) no es otra cosa que alto mérito. Es como si dijeran que Shakespeare fomenta el asesinato, que Falstaff milita por una ética humanística al vender la baja del alistamiento, que Shylock es un mensaje del emprendedores o Ricardo III una ideología satanista.
La versión de Alex de la Iglesia de la comedia de mostrarnos los celulares se filmó sin conocer la original, italiana. Eso redundó en variantes frescas.
Aquí no las hay. Palabra por palabra, tic por tic y gag por gag vemos lo mismo pero con actrices de la península y galanes tanos. Sentimos el horror que hemos sentido cuando hemos regresado para ver el mejor show de stand up del mundo y era todo lo mismo.
Y sin embargo...como diría Galileo: sin embargo...debo confesar que me reí más viendo las mismas historias y enredos enunciados con el provenzal que Dante estableció como idioma general que cuando las declamaron en ese idioma que los reyes católicos impusieron para todo el imperio ibérico.
Estoy tratando de entender por qué.
Si en efecto hay algo de mayor salero en los italianos que en los españoles, en Caravaggio que en Diego Rivera, en Adriano Celentano que en Gila, en Rafaella Carrá que en Julio Iglesias, en Pavarotti que, etc.
En fútbol no parece haberlo.
Javier Marías no es inferior a "Sostiene Pereira".
España se valió de un italiano, Colón y Francia de otro, Napoleón, pero me niego a entender mi predilección sobre una base tan provincianamente chauvinista.
Creo que lo que hace que el arte toque una fibra íntimamente reconocible es su indirecta gambeta con la extranjería.
El catolicismo con un hijo de Dios explicita nuestra anómala, forínseca, inadaptada condición de patitos feos sin conducta estereotipada de cisnes, sin satisfacción sencilla, sin vivir el puro presente.
Creo que así como los zapatos nuevos no caminan mejor que los un poquito ahormados para acostumbrarnos, las primeras versiones originales pueden adolecer de una falta de tamiz y filtro supervivientes.
Somos humanos por error de traducción del ácido desoxidorribonucleico, somos palimpsestos misceláneos, somos híbridos plurifacéticos. Que se vayan agregando capas de alguna raritud lejana nos acerca la flecha a lo más cercano a nuestro corazón.
El mejor arte es el que da cuenta no solo de buena parte de nuestro alfabeto emocional, sino también de la X, de lo incomunicable y nos comunica que hay algo que habla un idioma diferente.
En la novela de Jane Austen, "Sensatez y sentimientos", una misma escena de rescate caballeresco es protagonizada por el segundo nuevo candidato y es la mejor consolidación: volver a recorrer una huella ya trazada, pero ahora con el amor verdadero, parece mucho más una victoria de los dibujos invisibes que traza nuestra personalidad congénita y autorreivindicada, que inventar la pólvora en cada nueva explosión de entusiasmo...

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