W. H. Auden: el ensayista y poeta perfecto, pero perfectamente olvidado
Solamente Joseph Brodsky, poeta procesado en Georgia, entonces soviética, Premio Nobel célebre por su metátesis de la frase de Neil Armostrong al recibirlo ("Es un gran paso para mí y un pequeño paso para la humanidad"), basta para reverenciar con justicia a Wystan Hugh Auden, un poeta cuya obra lo inspiró, prácticamente lo cobijó y acompañó, no llevándose en su exilio muchas cosas más que su obra.
Quevedo escribió un poema a conde de Olmedo: cosa que nos remite en este contexto, improcedentemente a Adriana Brodsky.
Este deslizamiento impío de significantes no es contravenir el espíritu que animó a Stephen Spender, Cecil Day Lewis y Louis MacNeice, poetas que compartieron con él una militancia izquierdista insólita, al punto de ser llamados "el grupo Auden" porque los tres consideraban que el talento superior de los cuatro era el autor de "Detengan todos los relojes", poema popularizado por "Cuatro bodas y un funeral".
Un poco una reverencia similar a la que sintió toda su vida Stefan Zweig hacia Joseph Roth.
Cecil Day Lewis fue el padre de Daniel Day Lewis y su mayor fama es como el autor de la mejor novela policial jamás escrita, "La bestia debe morir", bajo el pseudónimo "Nicholas Blake".
Como Chesterton, abrazaría en su madurez el catolicismo.
William Butler Yeats fue una de sus grandes influencias, si bien no en cuanto a estilística: el poema de Auden a Yeats es sencillamente perfecto.
T.S Eliot lo infuye tempranamente y también lo publica tempranamente. Su triunfo es precoz.
Su condición homosexual, lo une prontamente a Christopher Ishterwood, con quien inicia una historia de amor que mucho después se retraduce a un trabajo en colaboración, una escritura a deux.
Recuerdo que mi abuelo paterno (judío), emigró en 1938 de la Alemania nazi y cuando le pregunté cómo era Berlín me dijo que no quería hablar de eso. Pero que Christopher Isherwood es un fabulero absolutamente mentiroso.
Pensar que el movimiento beatnik surge contra Auden no habla contra Auden.
En nuestra lengua, Adriana Hidalgo gracias a la genial traducción de Fabián Lebenglik, ha publicado sus mejores ensayos, que son los mejores ensayos del mundo. Sus iluminaciones para explicar a Shakespeare superan a prestigiosos genios previos.
Pero sus poemas en sí fueron, a mi juicio, vertidos al español mejor que por nadie por Rolando Costa Picasso, para Editorial Biblos.
Casado por conveniencia-para mostrarse hétero él, para obtener la nacionalidad, ella-con la hija de Thomas Mann.
Focalizó, como Thomas Mann, su pluma para celebrar a Freud: Freud, como Churchill, merecía la lírica, así como la merece el capitán y no el teniente, lo entrañable y no lo visceral, lo incesante e inmortal pero no lo eterno.
Nadie lo niega del todo, pero cuando fue uno de los cuatro candidatos al Nobel, perdió frente al griego Giorgos Seferis.
Nadie lo niega del todo pero en Gran Bretaña solo admiran sus primeros poemas.
Nadie lo niega del todo pero en EEUU solo admiran sus últimos poemas.
Quizá un modo de comprender la medida de su grandeza sea que cuando Hannah Arendt tuvo que escribir sobre poetas en tiempos sombríos y poner un epígrafe a su artículo sobre Brecht, no se decidió por magnífico poema de Brecht alguno.
Usó el siguiente de Auden:

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