Walt Disney, padre del dibujo animado nada animado al principio

 

Los comienzos de Walt Disney lo fueron todo menos parecido a lo que hoy llamaríamos "demasiado Disney": fue un dibujante no del todo talentoso, cuyo hermano salió a apoyarlo con financiamento para su emprendimiento del conejo Oswald, cuyos dibujantes lo abandonarían, por considerable maltrato.

El gato Félix lo superaba, pese a su visión para una mezcla de cine y animación con su primer emprendimiento "Alicia".


Su padre fracasa como granjero. Walt se preocupa por superar al conejo. Llega a idear a un ratón al que quiere llamar "Mortimer" pero conoceremos como "Mickey". Se le ocurre hacerlo sonoro. 

El ratón logra éxitos frente a todos los peligros en plena depresión económica. 

Su éxito se ve eclipsado por la crisis personal por el aborto espontáneo de su esposa, que lo lleva a una vacación prescrita por su médico. Tras su descanso en Cuba, regresa con su visión incorruptible con series innovativas. Lo vemos hoy como el colmo de lo cursi, pero en sus comienzos fue un vanguardista.

Su primer éxito lo llevó a contratar a profesores de dibujo impresionistas, expresionistas, cubistas y muralistas. 

En una cena, a la manera de Dickens, actuó todos los papeles de la historia recogida por los hermanos Grimm: Blancanieves. Quiso que sus dibujantes se aventuren a realizar el primer largometraje animado. 

Clarck Gable y Carole Lomabard llorando fueron el primer espaldarazo para un tembloroso Walt.

El gran salto de Disney diciendo que los dibujitos animados pueden representar mitos griegos y cuentos de hadas fue una hazaña. Esa proeza no tiene mucha justicia en "Para leer al Pato Donald" de Ariel Dorfman: en su momento Disney fue un arriesgado prolietario revolucionario. 

Tanto "Bambi", basada en una novela alegórica acerca de la asimilación de los extrajeros como "Pinocho", que todos conocemos, fueron en la versión Disney historias que llevaron el maniqueísmo sentimental al patetismo más desgarrador, solo redimido por el deus ex machina del salvoconducto in extremis del happyending.

El entusiasmo de Disney en su tiempo, difícilmente podría reducirse a lo que hoy descartamos como facilismos. Debemos reconocer que de no existir una Biblia, no habría una orientación psicológica, emocional y ética mejor que sus animaciones. 

Es fácil reincidir en calumnias o verdades referidas al antisemitismo de Disney. A su actitud despótica para con sus empleados. A su condición de secreto agente del FBI. Al mito criogenético de que fue congelado. 

Recuerdo que a Carlo Callodi, Spielberg le pidió diseñar el muñeco de "E.T" como con las ojeras de Einstein y no demasiado Disney.

Vale decir que es considerado la cursillería en sí misma. 

Cuando Sid Vicious no soportó la muerte de la madre de Bambi.

En todo caso puede reprochársele lo que decía Ruskin de Dickens: "si no sabe cómo seguir, mate un bebé". Golpes emocionales, groseras manipulaciones. En modo alguno, confituras. 

Walt Disney es un modo de cristianismo malgré lui. Un modo de redención consoladora que obedece a una necesidad psicológica. 

Hoy lo combatimos o repensamos como parte del imperialismo.

Habría que recordar su valentía como innovador cuando el imperialismo no daba dos mangos partidos al medio por esta nueva forma de arte. 

No me disgustaría que Walt Disney hubiera sido mi padre o mi hijo y no puedo decir lo mismo de Stalin  

 



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