El arte goleó a la ciencia


 La gran diferencia entre la estrategia japonesa de Migue Angel Russo, usando la fuerza del adversario y la de "Napoleón" Marcelo Gallardo, es que el segundo decide sorprender con la audacia de salir a atacar de igual a igual.

Una estrategia superior. Porque siempre el que golpea primero, inhibe y lleva a dudar.
Lamentablemente ninguno de los atacantes de River funcionó. El último partido del niño bestialmente talentoso, fue más infantil que bestialmente talentoso.
Borja es sorprendente. Con su impredecible intermitencia, prometía hoy jugar genial. Jugó pésimo, si bien defendió bien. Coliandro tuvo un gol en el segundo tiempo, que realmente pudo haber cambiado la historia. Mastantuono decepcionó, así como Aliendro. Figura fue un defensor, un marcador de punta que se proyectaba, el "Huevo" Acuña. Hubo momentos en que River estuvo cerca, marcando en zona y no ganando todos los uno a uno. Inter está acostumbrado a atacar, pero sabe contraatacar a grandes velocidades y subir centrales por los costados.
Es un partido que si se jugara cien veces, cien veces las ganaría el Inter. Pero el hincha de River se va feliz. Le jugó de igual a igual.
Boca si su partido cn el Benfica se jugara cien veces, ganaría ochenta y siete. Si el partido contra el Bayern se jugara cien veces, empataría sesenta y nueve.
El fixture llevó a Boca no solo a jugar contra dos colosos antes que nadie: lo llevó a enfrentar al rival dominable en último término, con un Bayern ya clasificado que puso suplentes contra el Benfica.
De haber tenido este Boca el grupo de River, ya estaría clasificado.
Pero River se lleva una mejor imagen que Boca, a pesar de haber jugado contra japoneses y mexicanos de notable medianía.
River tuvo más ocasiones que Boca en cada partido, Boca fue más contundente.
Cuando Ramón Díaz campeón fue insólitamente despedido con el cambio de presidencia en River para ser reemplazado por Gallardo, incluso Ramón Díaz dijo que disfrutaba mucho de lo ofensivo y explosivo del equipo.
Hay directores que mandan el equipo adelante, como Menotti y Scaloni y el gran Alfio Basile ,bastante calumniado porque no era un TOC de ver videos al pedo como el cobardísimo Bilardo o el supuesto genio Bielsa.
Y hay Binachis antifútbol a los que los resultados con penales llevaron a endiosar.
Como argentino lamenté que el Estudiantes de Sabella no le hubiera ganado al Barcelona de Guardiola, faltando ocho minutos para la hazaña, pero como amante del fútbol espectáculo no puedo ni siquiera lamentar que la Selección de Sabella perdiera la final.
Lo mismo con la amargura mezquina de Simeone, a veces asomrbosamente eficaz.
El resultadismo es parte de la idea de filiación.
De patriotismo.
El hincha tiene que defender a sus picapedreros expulsados vergonzantes y no aplaudir al rival virtuoso.
Al habitar la identidad de decirnos hinchas de tal es como si defendiéramos a un familiar al que le cae una denuncia y nuestra lealtad no es con la moral kantiana, sino con la sangre.
El que es hincha de Kasparov nunca va a admirar la genialidad de Karpov, al que es hincha de Nadal, ningún Federer le va a parecer superlativo.
Nada de esto pasa en la ciencia. No hay hinchas de Kepler y Newton y Galileo enfrentados a sus rivales.
Pasa en el arte. Porque allí se juega la explosión de emociones que son siempre subjetivas e infantiles, inconsolable, caprichosa, obtusamente infantiles.
Ningún francés puede decir "Wellington fue superior, chapeau, dejo de apoyar a Napoleón".
Pero León Gieco puede admitir que Charly compone mejor.
En tiempos en que la Inteligencia Artificial nos obliga a preguntarnos qué aspectos humanos no van a ser reemplazados, hay que reconocer que no habría impresionismo sin Monet, pero al mismo tiempo, de no haber existido el impresionismo, no habría cambiado mucho la humanidad, o al menos, no en modo comparable a si no hubiera habido un Alan Turing, padre de la computación, suicidado con una manzana envenenada homenajeda por Apple.
De no haber habido rueda o pólvora o electricidad o acuaeductos o energía atómica, sería otro el mundo. De no haber habido Barroco o soneto alejandrino o Renacimiento o ciencia ficción en literatura, el mundo no sería muy diferente.
En definitiva, nos consuela de la chatura allanadora de estereotipos a las que nos condena la IA una imaginación soñadora que ninguna máquina logra. Porque es aleatoria, caprichosa, subjetiva y sin por qué.
Si se hubiera generado la doble hélice de ácido desóxidorribonucleico cien veces en el planeta, hubiera habido todos los avances científicos, desde la penicilina hasta el Viagra. Pero no necesariamente un Van Gogh, no necesariamente un Voltaire, no necesariamente un Debussy.
No necesariamente un Philiph Roth, no necesariamente un Joseph Roth.
En definitiva el plantel de River se vuelve a su casa con el cuore Roth...

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