La admiración de Alejandro Magno hacia Poros


 Poros es el último en enfrentar al invicto Alejandro que tarda menos en vencerlo que en lograr atraparlo con vida, asombradísimo y admiradísimo de su valentía.

Tras capurarlo, mientras despreciaba a todos los reyes cobardes que decidieron rendirse y aportarle tropas, accedió a tratarlo como a un rey, a pesar de que nadie lo recuerda hoy.
Todo esto pasó en el 316 antes de Cristo.
Alejandro Magno no tuvo tan inmensa resistencia en Egipto, que odiaba a los persas y admiraba a los griegos. Admirado por Napoleón y por Julio César, Alejandro sigue siendo, como San Martín , adimirado como libertador por numerosas naciones.
En "La Conquista de la Felicidad" de Bertrand Russell aparece Alejandro El Grande en uno de los ejemplos de cómo ser desdichado: ser megalómano y sufrir por no cumplir objetivos demenciales.
Su padre advirtió pronto su capacidad. Alejandro mantuvo una relación hostil con Philipo II, especialmente cuando corrió el riesgo de que fuera engedrado un nuevo sucesor macedonio.
Demóstenes, el mayor orador griego, habló pestes del padre de Alejandro en sus "filípicas".
No sabemos tanto de la fidedigna biografía de Alejandro porque se perdieron las obras de Calístenes y todos los historiadores contemporáneos. Solo poseemos testimonios cuatrocientos años posteriores: y Alejandro quería difundir la especie de que era hijo de un dios y que era una mezcla de Aquiles y Heracles.
Fue Faraón.
Difundió el rumor de que no era hijo de su padre.
Sus casamientos arreglados-la hija de Darío entre ellas-ocultaban lo que Oliver Stone exhibe: le gustaba andar a caballo, le gustaba guerrear, admiraba las artes, y le gustaba la pija.
Pese a sus supersticiones, a dormir con La Illiada comentada por Aristóteles, a visitar el Oráculo de Delfos, a recurrir a cuantos augurios y profetas había, jamás hizo idioteces como Hitler: contraatacamos a los Aliados en Europa porque nos dicen que va a haber mal clima como para su aviación. Sus estrategias no dependían del clima, ni de la superioridad numérica, ni del factor sorpresa: la inteligencia de sus estrategias (encerrar al ejército persa en sectores escarpados, acopiarse de víveres) muestra a uno de los más racionales y brillantes militares de la historia. Waterloo pudo haber sido ganada por Napoleón. La increíble batalla del Pacífico sin radar pudo haber sido ganada por Japón. La Armada Invencible fue derrotada por factores fortuitos.
Alejandro ganó cada una de sus batallas no dependiendo de ellos. Iba a ganar no importa si había sol o lluvia. Después de la larga resistencia de Tiro, Alejandro mandó a crucificar a los derrotados lanzando el mensaje a las demás ciudades de que resisitir al pedo traía cruentas consecuencias.
Fue valiente.
Sus agallas meceren ser emuladas.
Murió misteriosamente, como el radicalismo y como Mozart: se conjetura que con vino envenenado.
Poro fue olvidado pero también debemos apreciarlo por todos los poros.
Vivimos en la civilización por hacer del razonable temor el colmo de la sensatez.
La audacia de Alejandro sigue sin parangón, sobre todo porque es bastante mentira.
Un gran ejemplo a seguir, como todas las ficciones, como las homéricas que él decidió emular...

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