Albert Einstein y Boca Juniors
Como el mechón de cabello de Lucrecia Borgia, como el cadáver embalsamado de Eva, un robo no menor sufrió el cadáver de Einstein que quería un entierro tranquilo y convencional. Un ignoto médico de Kansas, un tal Harvey, como el descubridor del sistema sanguíneo, roba su cerebro y lo divide en sesenta y cuatro partes que envía a universidades para su estudio.
La familia ya no podrá reclamar la restitución sin movimientos torpes, lentos, separados y parecidos a mi mudanza.
No se descubre nada particular en el cerebro del padre de la relatividad: pienso que se había rehusado a donar su cerebro por un posicionamiento político contrario al genetismo norteamericano.
Este robo puede servir de pasto para el debate al que nos invitó aquel coleccionista japonés que pidió ser enterrado con su Van Gogh.
Nos preguntamos si Boca debe seguir siendo estudiado por rivales cada domingo, o si podemos darle el descanso eterno que merece...

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