Pasan los políticos , quedan los autistas


 Un lujazo: teniendo el honor de conversar acerca de cómo funciona nuestro cerebro, con Hernán Terrizzano, el mayor especialista en redes de Amazon del planeta. Más que Hernito lo llamo Ornito, en razón de su amor a la ornitología; a vuelo de pájaro les cuento que pudo descifrar los no alfabéticos caracteres chinos gracias a tener aguzado el observante ojo voyeur de vandadas y reconocimiento de figuras en el follaje que no quieren levantar la perdiz. No sé si mi pluma tan pava va a tener la suficiente garra o mi personalidad los huevos o mi imaginación el vuelo suficientes como para romper el cascarón ad ovo cosa de que picoteen algo de lo conversado y si no...alpiste...Hasta cuando hablabamos de política, de Axel K, las aves acudían a nuestra mente, yo sin tener todos los patitos en fila, Hernán conduciéndome, como el águila Perón al gorrión Eva, metáfora a aparecida en LA RAZÓN DE MI VIDA que insinúa sexo interracial, por decir una gansada.

En una etapa de su vida en que se le hizo el campo Oregon, celebramos el día del amigo autista y al principio tuvimos mucha paciencia, A las tres horas de espera, un tímido y diplomático mensaje nos escribimos al unísono, solo para advertir que estábamos ambos hacía tres horas solo que en asientos enfrentados dándonos la espalda.
Hablamos de lo maravilloso que es tener esta condición de Asperger, que nos permite reconocer patrones: yo en general por los zapatos lujosos que tienen los reconozco fácil.
Hablamos de lo difícil que fue nuestra infancia y de los lazos que son más imperecederos, la cigüeña.
Sobrevolamos el árbol genealógico para volver al nido ancestral. Cuando le pregunté por determinado cálculo de Gauss, al principio no abrió el pico y yo no le inisistí porque soy muy pío.
Hernán supo ser un polluelo de mis clases de literatura pero ya bate sus propias alas y me recomienda ahora él los libros a mí, acerca, casualmente, de cómo leemos. Le conté la última estafa de la que fui objeto y me miró como si fuera un pichón con nariz aguileña, me sentí el último Oregon del tarro.
Dijimos que un encuentro entre dos ilustres bochos, o mejor dicho, mi bocha lustrosa y un nerd genio mal como es él, el mejor del mundo en su área, no ameritaba una cerveza: por eso fue que pedimos dos cervezas.
Me contó de su profuso viaje migratorio a Europa donde recorrió Luguria, Paris, Zurich, Amsterdam y por culpa de empollar un error en el interrail, su visita pro la zona belga. Tratamos de levantarnos a la moza pero no dio señales de que le interesara la belga.
No le pudimos arrastrar el ala ni dar un pico, parecía más voluble que las gallinas pero nuestros intentos fueron un canto de cisne y nos terminamos sintiendo el patito feo.
Se me hizo tardísimo, le agradecí y salí volando.

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