Charlie Sheen
Acaba de salir el documental de dos episodios sobre la vida y obra de Charlie Sheen, cuya fama se involucra menos con "Pelotón" y "Wall Street" y "Hot shots" y "Two and a half man" y "Scary Movie" que con su consumo atípico de drogas y la narrativa heroica que de tal degradación hizo.
Quizá podamos emparentarlo al Diego.
Cada épica rehabilitación y desintoxicación no es más que la condición de posibilidad para una reincidencia.
La admiración al drogón se parece a la admiración a otras formas de transgresión marginal: el asesino merece una condena burguesa pero inspira una estima íntima porque todos querríamos asesinar.
El caso Sheen podría asimilarse más a Charly García, con sus fabulosos regresos lúcidos y su inmortalidad, inexplicable. Maradona declaró que sin la cocaína habría sido mucho mejor jugador, cosa que puede ser puesta en tela de juicio: sin la cocaína, Maradona podría haber corrido más pero ¿AMBICIONADO MÁS LUJOS EN LA JUGADA?.
La historia del arte está asociada a determinadas sustancias psicoactivas. El ácido lisérgico es consustancial a Dali, la amapola es quintaesencialmente Poe.
Robert Graves rastrea en el pan de centeno ancestrales drogas por parte de las pitonisas, así como ancestral penicilina hay en el pan egipcio.
La psicología no ha permitido experimentar. Solo el viejo William James con su estilística prodigiosa, que le ofreció a su hermano Henry, escribirle sus novelas, condescendió a un experimento de alucinación objetiva.
Guilles Deleuze, alcohólico, como Faulkner y como Hemingway, como Nabokov y tantísimos otros, definió el anhelo del alcohólico por la anteúltima copa, por probar sus límites.
La vida de Charlie Sheen como generador de oro impide dar una moraleja feliz: de cada rehabilitación salía enriquecido y con renovado permiso para enfiestarse. Y su público lo admira como si drogarse fuera una disciplina olímpica.
Lo que comparte el consumo de determinada droga con determinada práxis deportiva es su condición objetiva: todo lo contrario a lo que los apologistas de opiáceos o excitantes quieren hacer creer. Correr una maratón produce más o menos los mismos efectos y lo mismo pasa con tomar tres litros de Vodka. Asumir la metafísica subjetiva de que el peyote hará a Einstein decir algo genial ya fue refutado.
Goza de inmejorable prensa la promesa siniestra todavía, pese a lo antedicho, de hacerse adicto a discapacitarse...
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