Golgi

En 1906, el quinto año desde que se instauró el Nobel, la Academia Sueca concede el de Medicina conjuntamente al italiano Camilo Golgi y al español Ramón Cajal.
Son muchas las arbitrariedades en las que suele incurrir esta prestigiosa institución. Un ejemplo son los misteriosos seis Premios Nobel de Literatura que obtuvo Suecia. Pero cabe trazar una importante diferenciación entre sus injusticias: las de las esferas de la ciencias duras y las de arte y política. En la esfera de arte y política, Kissinger obtiene, así como Obama, el de la Paz y perfectamente podemos decir que uno de ellos no lo merecía. Una coreana es la actual Nobel de Literatura y solo quien no la lea puede pensar que lo merece, más allá de todos los grandes escritores que murieron sin recibirlo, siendo el de nuestro Borges el caso que más lamentamos. Pero en física no hay Premio Nobel de Física que no lo merecía. Incluso Einstein no lo recibió por lo que más lo merecía, sino por algo que la Academia Sueca pudo comprobar y considerar científicamente demostrado.
Golgi y Casal eran rivales. El primero, creía en el reticulado fijo: que en el cerebro las neuronas no son autónomas, como hoy sabemos que son, sino que actúan en red.
Que le hayan dado el mismo Nobel a teorías desembozadamente rivales no se entiende, en nada podían tener razón ambos, excepto en el desarrollo técnico de la tinción celular basada en el cromato de plata. Es como si le hubieran dado el Premio Nobel compartido a Newton y a Einstein o a Ptolomeo y a Copérnico. Por suerte nada de mi indignación tuvo el bueno de Santiago Ramón y Cajal, que tras sufrir en la adolescencia un rechazo amoroso compitiendo contra un pretendiente más forzudo fue pionero del fisicoculturismo, actividad que le salvó la vida en Cuba frente a muchas enfermedades caribeñas.
Para la historia de la ciencia que la histología de Cajal sea la verdadera es un triunfo mejor, que si hubiera tenido razón Golgi: por antiintuitivo. El estático universo de Newton, el surgimiento creacionista ex nihilo de las criaturas y un cerebro predeterminado en sus circuitos son las primeras explicaciones, más sencillas, esquemáticas e infantiles. Inconcebible pero demostradamente, hay plasticidad en la dinámica de electrones y agujeros negros, en el surgimiento de nuevas especies y la generación neurocampanal de transmisiones. Un perpetuo movimiento en lo macro y lo micro insospechado. Y confirmado, paradójicamente, por un hombre llamado como la provincia que más se opone a este enérgico dinamismo indetendible...

 

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