Me jacto de que me agredas

 Recién en 1957, Perón acepta la asociación del peronismo con Rosas, unión inicialmente promovida por sus detractores.

La Revolución Libertadora declara haber sido llamada a derrocar "al Rosas del siglo XX". Borges en reiteradas oportunidades culpa al fracaso del desarrollo argentino a los dos tiranos. El revisionismo histórico empieza ahí, no antes.
En dicho sentido puede emparentarse el gesto de Perón, de asimilarse al rosismo, como al de los cubistas tomando la peyorativa palabra detractora de la crítica, como al de los impresionistas tomando la peyorativa palabra detractora de la crítica, como a Bertolt Brecht al asumir como elogio la crítica de que hace teatro no dramatúrgico sino "épico". También Stephen Hawking toma el insulto para hacerlo devenir bandera. La reducción al absurdo del gran patapúfete, el Big Bang, palabra del paradigma antagonista gradualista, deviene divisa. "Puta a gran honra", "we are quer, we are queer get used t it", todas las asunciones de lo peyorativo en un magnánimo gesto resemantizador del fútbol "soy canalla", "soy leproso", "gracias a mis padres por hacerme nacer bostero", son, sin duda, como Didier Eribon lo demuestra en su "San Foucault", una estrategia superadora respecto de la corrección política que prohibe la mención quirúrgica de un término nefasto en lugar de reeducar, juzgar por el contexto y la intención del hablante. De lo que se trata es de hacer del rígido golpe agresivo del acelerado e infantil insulto un inaugural espacio para una identidad reivindicada.
Hace poco me vino a arreglar el termotanque un excelente plomero y electricista que me dijo que le habían recomendado abortar a su trigésimo primer hijo porque era síndrome de Down. Con orgullo me cuenta que decidió tenerlo y ahora participa de las Olimpíadas Matemáticas. -AHÍ LO TENÉS AL MOGÓLICO-agrega, no usando un eufemismo, un término cuidadoso, una ponderación mensurada.

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