Santiago Ramón y Cajal

 


Santiago Ramón y Cajal es el descubridor de la neurona, el padre de la neurofisiología moderna. Para los argentinos parece una ironía que el que echó luz acerca del cerebro sea un gallego. Hay que reconocer que de no haber publicado en francés, dada la nula tradición entonces española de avances científicos, posiblemente sus hallazgos habrían pasado desapercibidos. Habría querido ser pintor pero el mandato paterno lo obliga a ser médico. Freud famosamente estuvo a punto de descubrir la propiedad anestésica de la cocaína, cuando partió de vacaciones a volver a ver las ruinas de Roma. La segunda derrota similar de Freud, la que lo obligó en parte por razones económicas a inventar el psicoanálisis, fue el descubrimiento de la neurona. Debemos a la tinción de plata la posibilidad de que Cajal identificara la silueta neuronal. Es curioso pensar que antes de descubrió lo más lejano, que el Sol está quieto y Mercurio con su perihelio desafía las elípsis, que las especies no fueron creadas ex nihilo por un relojero supremo, sino que descienden unas de otras y el cerebro, tan íntimo y cercano, sea el último vecino avistado.

Todavía no sabemos si somos la única criatura con autoconciencia del universo. El cerebro es la vedette, el fruto apetitoso, el último grito: desentrañar sus misterios tardó más a la humanidad que lo astronómico, lo físico, lo químico y lo geológico. Supimos antes que el tiempo es elástico que refutar la idea funcionalista de la mente. A Freud-nunca mejor dicho-le habría volado la cabeza la noción de plasticidad neuronal.
No hay newtonismo, no hay einsteinismo, no hay cajalismo: solo hay darwinismo. Darwin es el mayor genio venga quien viniere, porque concibió el inconcebible azar, que es extranjero a la ciencia y a la filosofía. Los antropólogos que estudian la hominización nos aseguran que el crecimiento de la masa encefálica fue muy posterior pero en alguna medida consecuencia del bipedismo. Se dice que el tamaño de las nalgas de dos caballos desde el Imperio Romano marcó la trocha de las carreteras que fueran conservadas hasta el transbordador que llevó al hombre a la luna. Idénticamente el grado de apertura y el tamaño de la cintura de nuestras madres es lo que las mutaciones de ácido desoxirribonucleico llevaron al extremo craneano del tamaño de nuestra cabeza, con el caso único en el reino animal de tardío desarrollo postnacimiento.
El mundo empieza a entender cómo funciona la mente justo en el advenimiento de la I.A, cuyo sustrato material y algoritmos parecen haber sido relativamente replicados.
Ahora estamos acorralados por los animales, los sintientes a los que respetamos desde la mayonesa que tiene que provenir de gallinas libres y la máquina. Nada específico de la singularidad humana parece quedar en el medio.
El nitrato argéntico nos permitió identificar la red en la que reside el pensamiento. El estudio del cerebelo en un embrión ayudó a Cajal a identificar el árbol sin que lo confunda el bosque.
Hoy conocemos el axón y las dendritas gracias a él, primer Nobel en ciencia que recibiera un español.

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