Impresiones de un viaje relámpago a las serranías











 Me habían dicho que no solo asista al casamiento de mi querido amigo en La Baguala, sino que me quede a recorrer un poquito sobre todo para respirar la atmósfera cálida de los lugareños. Los cordobeses son mucho más amables que los porteños. El resultado de este hecho es que yo pregunté por una calle con la brusquedad impertinente energuménica con la que lo preguntaría un porteño y me empezaron a escupir en la cara y a pegar: el hecho de que sean más amables supone reciprocidad. Aquí en Córdoba, antes de decirte la calle, te invitan a su casa a comer.

En lo que no son muy amables es en dejarte pasar al baño de un restaurante a realizar aquello que se produce digestivamente si hemos tomado mucho café, el acto de feca, por así llamarle. La consumició en esta escatología no solo es obligatoria. Hay que comprar lo que sea antes, no es que te permiten pasar al baño bajo la promesa de comprar algo después. Ni amenazando con ensuciarles el local haciendote encima. Se te ríen de esa amenaza, te dicen que con el smoking alquilado no te vas a animar, como si nunca hubieran oído el chiste de qué es más rápido, el pensamiento o la luz: el físico dice que la velocidad de la luz es una constante y no hay mayor velocidad. El filósofo dice que pensar en el sol lleva menos de los 8 minutos que tarda la luz en alcanzar la superficie terráquea. Yo digo que lo más rápido es la diarrea que no me dio tiempo a pensar ni a prender la luz.
No se me advirtió que hablan un idioma aparte. No dicen "sentémonos", dicen "nos sentemos". No manejan el subjuntivo. Dicen: ¿querés que vamos a dar una vuelta?. La diferencia que media entre el dialecto porteño y el cordobés es la misma que la del japonés y el chino, según el cantón cantado. En español decimos que algo nos llamó la atención, en inglés que "me agarró el ojo" (it caught my eye): esa misma prevalencia física aparece en que no dicen "tenedor libre", sino "diente libre", aunque se podría make the case de que no es tan crudo el diente, lo salvaje sería ni masticar.
Recorriendo las calles se ven muchos ilustres nombres de una figura de la mitología argentina: Unión Cívica Radical.
Hay algo que insunfla especialmente el pecho de orgullo patriótico al porteño que visita Córdoba: todavía no hay cincuenta venezolanos por cuadra...

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