Younger


 La serie "Younger", que ahora está en Netflix versa sobre una mujer en sus cuarenta que por parecer más joven y no conseguir trabajo sigue el consejo de su amiga lesbiana, tras divorciarse, y finge tener veinticinco años para conseguir un trabajo como asistente en una editorial.

Este primer paso en la credibilidad requiere realmente haber mamado como educación sentimental a Hollywood porque ningún argentino, ningún alemán, ningún noruego, ningún jamaiquino, ningún esquimal,  rompería así el verosímil a no  ser el teatro no aristotélico brechtiano, salvo un norteamericano.

Una norteamericana, mejor dicho. 

Es una serie para chicas. 

Hablan a grandes velocidades, la acción que en una serie para varones tipo James Bond es correr, escalar montañas, subirse arriba de un avión, subirse a un auto en movimiento es aquí pura psicología: engañar a un mozalbete, engrupir a una señora bien, hacer crossfit pretendiendo que no duele, extraer una copa menstrual de una amiga, aprender a toda velocidad el vocabulario teen.

Se trata de una serie muy bien segmentada en capítulos de alta satisfacción inmediata, que si fueran comida estaría prohibida por el nutricionista; azúcar, azúcar, un problema amargo que en seguida las amigas dulcifican, una cara de orto que escondía un corazón de oro.

Si en lugar de religiones tuviéramos que aprender nuestros valores de "Younger", lo primero que hay que decir es que no hay la menor conciencia de los verdaderos horrores de la vida y del temple necesario para enfrentarlos, salvo la autopersecución de los mandatos hipersensibles elevados a crisis existenciales y su inmediata resolución mediante personajes que en un momento parecieron no solo ser la solución, sino el único problema.

"Yentl" hizo de Barbara Streissand un varón y "Tootsie" de Dustin Hoffmann una mujer y aún así películas majestuosamente conmovedoras y verosímiles. 

"Frankenstein" mezcló al humano con el monstruo al hacerlo de parte de humanos diferentes-incluso la porquería del mexicano de moda conserva algo de ello-;  "Tobi, el niño con alas" o "El joven manos de tijeras" nos enfrentaron a limitaciones o superpoderes pero nadie nunca antes a que ese perfecto animal del color de las flores, la hermosa lacaniana, digamos, de 38, termine confesándonos, recién en el episodio 12  que es un hombre llamado Juan Fernández de 80 años que vive en La Plata.

¿Qué pensaron los guionistas que estaban haciendo?

Creo que momentos aislados y reprimidos de la trama nos dan la pauta de lo que en trasnochados sueños creyeron estaba buenísimo: que una cuarentona con toda la experiencia de haber sufrido y de tutelar a una hija guíe a las jovenzuelas.

Poco de eso queda en la parte finalmente realmente existente de la serie, en la que el buen sexo que recibe la veterana de un joven la enamora-si bien perfectamente se podría haber hecho una instructiva educación sexual respecto del comparativo rendimiento de los géneros y alentar a los varones a salir con nonagenarias, cuya capacidad sexual no se ha apagado más que por motivos de convención social.

Films como "Quisiera ser grande" con personas atrapadas en cuerpos adultos siendo niños nos brindan mucho mayores epifanías respecto de las necesidades de cada etapa, que una serie en la que una mujer de 40 pretende tener 25- 

Yo no niego que Jennifer López a su edad esté más buena que tu novia, querido lector, pero entre todos los ensayos de intercambiar antónimos, leasé "Príncipe y Mendigo" de Mark Twain, el de borrar la diferencia no de género, no de clase social, sino de edad, parece el menos fértil.

Fue una pesadilla Kafka haciéndonos imaginar despertar convertidos en un insecto y agravar ese infierno al hacernos preocupar no por nuestra ontológica nueva condición, sino por llegar tarde al laburo. Lo que nunca hizo Kafka, la pesadilla que no se atrevió a soñar es la inversa: ser mejores, con el temor a ser descubiertos, ser el único humano en un mundo de insectos o ser polilla en un mundo de mariposas.

Esta serie abominable empieza queriendo mostrar la guerra entre generaciones para advertir que desde el CroMagnon no han cambiado en esencia las necesidades humanas por más que cambie su tecnología y termina mostrando que no tenemos filosofía después del divorcio, la gran experiencia metafísica obligada.

Gulliver experimenta con seres más pequeños y más gigantes; Alicia con tamaños y con sinsentidos: el edadismo no permite tanto juego ni tanta diferencia. 

Es porque somos la misma persona que éramos aunque los años se nos vengan encima. No hay autopercepción divergente respecto de la edad. Nos seguimos sintiendo de veinte, aunque nos duelan las rodillas, no amanecemos diciendo que tenemos sesenta: amanecemos veinteañeros sufriendo la injusticia de una próstata demasiado grande.

La infancia es una esclavitud que se vive a sí misma como reinado impune y la adultez una empoderación que se vive a sí misma como esclavismo.

No podría recomendar no ver otra serie más encarecidamente que ésta, aunque tal vez con los años, se me desmienta el desencanto.

La clonación está a punto de reemplazar nuestros cuerpos y la Inteligencia Artificial está a punto de reemplazar a nuestro intelecto. El último bastión de lo humano es la emoción: no lo malgastemos en series tan pedorras. 

Si la felicidad no existe, que al menos exista el llanto profundo por los dramas absolutamente injustos que nos ha tocado sufrir. Hay una cuota de épica digna en ello. Hay una nota de dolor que nos enaltece en el gran arte. 

Lo kitsch no es negar la muerte. Lo kitsch es negar la dramática berretez de la muerte. Si algo trascendente nos atormenta es que nada trascendente nos atormente, que nuestros sueños son trascendentes y que las palabras que decimos ante una muerte pedorramente diseñada sean trascendentes.

Series como "Younger" niegan nuestra única inescapable verdadera conexión humana emocional. 

No somos idóneos para este mundo, padecemos el no serlo, con millones de ilusiones y esfuerzos y fracasos.

Que el consuelo azucarado escapista nunca nos traiga paz. 

Que nunca confundamos evasión con felicidad. 

Si vale la pena estar vivos no es porque todo va a salir bien al final y nuestros amigos son los que importa y de las malas experiencias se aprende y un narrativismo ex post al que llamaremos "sentido" nos esperaba al final.

Es menos absurdo vivir ignorando el absurdo que estos consoladores que no hacen el amor...

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