James Stewart y Cary Grant
Nadie elige su propio nombre, salvo el Papa o una estrella de cine. A punto tal que un actor que se llamó verdaderamente "James Stewart" tuvo que pasar a llamarse "Stewart Granger" porque su verdadero nombre fue el nombre artístico de un fundacional galán que inició el star-system al pedir no dinero por su actuación sino un porcentaje de las ganancias. Nadie no ama a James Stewart porque sus interpretaciones tienen a la vez la cuota de carisma y charme que ninguno tenemos y la dosis de universal inocencia, timidez y rectitud con la que -al menos de niños-todos nos hemos rozado. Sus comienzos son bien pajueranos, bien provincianos. De no ser por Henry Fonda, la carrera de Stewart no habría despegado y aún con su inestimable ayuda y la de su mujer, Margaret Sullivan, de la que se enamoró con caballeresca sutileza, tardó en lograrlo. Amado por Lubitsch, por Hitchcock, por Billy Wilder, mis tres directores favoritos, me resulta difícil no hablar de él con reverente ...